...o una explicación detallada de lo que te puede pasar si vas de Erasmus a Hannover.
miércoles, 27 de junio de 2007
Jaumensa
Sin darnos cuenta, acabaríamos cruzando los pasos de peatones sin miedo a ser atropellados; acabaríamos mirando con pánico el carril bici antes de cruzar; seríamos partícipes de un atasco de bicis a las ocho de la mañana; saldríamos con una sonrisa de imbéciles a la calle los días de sol, aunque tuviéramos mil cosas que hacer; acabaríamos bañándonos en el lago cuando hiciera calor; diciendo buenas tardes a las once de la noche y buenos días a las tres de la tarde; finalizando las frases en "oder?" y afirmando con "genau", incluso al hablar en nuestros idiomas maternos; pondríamos las "comillas" empezando por ,,abajo"; no nos escandalizaríamos cuando nos dieran codazos por la calle sin pedir disculpas; compraríamos bratwurst a personas con una mochila-parrilla y un paraguas de colorines, sin pensar que eso es ridículo; comeríamos helados por la calle a temperaturas bajo cero; compraríamos, por fin, artículos absurdos en el Lidl; no nos emocionaríamos como niños cada vez que se pone a nevar... Bien, esta última tendremos que excluirla de la mutación alemanizadora, por cuestiones de cambio climático. Cuando ves que nieva más en Barcelona que en Hannover empiezas a entender el porqué de las archiconocidas expresiones "¡¡Estás más tostado que un alemán!!" o "¡Para el calor, un bratwurst!". Incluso se rumorea el lanzamiento del tema "Merkel-reguetón" para el año próximo. Será cuestión de esperar.
domingo, 24 de junio de 2007
Jaumerasmus
4 de septiembre, 2006. 7.30 de la mañana. Un kiwi? Venga. A madrugar nuevamente, qué cara debía llevar... Hablando de cara, casi olvido que el viernes anterior había quedado con Johannes nuevamente para comprar el billete mensual de transporte público. Entrar al metro sin "picar" el billete es algo a lo que no estamos muy acostumbrados en Spanien.
Johannes ya me había indicado cómo llegar a la Universidad, y dónde estaba la oficina de relaciones internacionales. Ahora sólo faltaba no perderme. Efectivamente, no me perdí para llegar. Enfrente del edificio habían dos personitas con dos hipermaletas. Era evidente que eran Erasmus, y que esperaban lo mismo que yo. Después descubriría que eran Radek y Kasia, dos polaquitos que estaban como un cencerro. Pero yo no había desayunado, y había venido con mucho tiempo para comer algo por ahí. Intenté llegar a la zona que me había llevado Johannes para las cervezas, pero no lo conseguí. Había algún bar por el camino, pero estaba cerrado todavía. Vuelta atrás, a ver si encima vas a llegar tarde.
Ya había alguien más, las dos personitas seguían fuera muriéndose de frío, y dentro había una chica de aspecto más mediterráneo que todo lo que llevaba viendo desde hacía 5 días, y una chica de origen indefinido con un libro, a lo suyo (luego descubriríamos que era Erin la americana, y que ella y su libro seguirían todo el Erasmus igual). Sólo quería un poco de descanso mental y poder hablar algo de castellano, con un poco de suerte sería española... Le pregunté si era allí lo del Francesco Ducatelli, pregunta estúpida cuyo único objetivo era escucharle la voz y ver de dónde era el acento. ¡Casi! Era italiana, se llamaba Alice, y nunca paraba de reír. Nos podíamos entender perfectamente en Spanisch-Italienisch, que vivan las lenguas románicas.
Al fin llegó un alemán con sonrisa diabólica y nos invitó a pasar. Empezó a llegar la gente. El alemán diabólico nos preguntaba de dónde éramos, por qué habíamos venido a Hannover, etcétera. Hablaba rapidísimo. Yo que pensaba que sabía alemán con mi mes de clases... Se llamaba Auditor y me daba miedo. Durante un rato, seguimos hablando los tres (Alice, yo y mi estómago). Al rato aparecieron dos alemanas y el gran Ducatelli. Era un nombre ya tan familiar (por los mails pre-erasmus de información y preguntas varias, la mayoría sin respuesta...) que estoy seguro que todos deseábamos conocerlo en persona. Estábamos en un aula más bien mediana, y representa que ahí tenían que caber todos los Erasmus. Todos los Erasmus y las galletitas con café!!!! Al fin!!! Desayunooooo!!!!
Fue entonces cuando Ducatelli vino a mí. Necesitaba hablar algo conmigo a solas. No me habló de la familia. Me comentó que había una pareja de polacos que querían estar en habitaciones contiguas porque se querían mucho mucho. Y la de al lado de la polaca era mi habitación (o al revés). Así que si no me importaba (y si no también) me cambiaba de habitación, a la planta de arriba. Cuando tuviera la mudanza hecha, ya le llevaba la llave. Para que luego digan que hay que deshacer la maleta nadamás llegar a los sitios: por suerte tuve una mudanza rapidísima, y encima subí de nivel (una planta!!). Es más, el primer día oficial del Erasmus ya tenía dos llaves en mi bolsillo (los que sigáis leyendo el blog por los tiempos de los tiempos veréis por qué lo digo). Crucé algunas palabras más con Alice hasta que llegó John el suizo. Tenía aspecto de suizo, porque era el único suizo que había visto en mi vida y por tanto todos los suizos que conocía eran como él. Monopolizó la conversación, al principio dirigiéndose a ambos y luego a Alice en italiano. Así que me fui a visitar a los que creí que serían la pareja roba-habitaciones. ¿Por qué? Porque parecían ser pareja y parecían ser polacos. Galletita por aquí. Les eché la bronca en clave de humor pero no me entendieron. Se lo expliqué y me entendieron, pero ya no tenía gracia.
Ducatelli reapareció, y nos animó a sentarnos. Galletita por allá. Empezaron a proyectar diapositivas y nos dijeron lo que ya sabíamos, pero en alemán para que Jaume no lo entendiera. Luego me enteré que casi nadie entendió nada. Mal de muchos consuelo de Jaumes. Empezó a desfilar gente por allí, que si de la asociación de estudiantes internacionales para llevarnos a actividades interesantísimas, que si los profesores de alemán (el alemán diabólico era el del nivel avanzado, bieeeeeeeen); que si había que llevar la documentación y pagar el curso... Empezamos a rellenar papeles y nuevamente a hablar un poco con todos. Y a comer más galletitas. Nos pusimos a dibujar mapitas situando dónde vivíamos, con Alice la italiana y John el suizo. Galletita.
De repente apareció un individuo moreno y delgado, de faz amigable y expresión tranquila. Era César, y nos comentó que nos había oído hablar español, que de dónde éramos. Alice se partió de risa y dijo que era italiana pero que yo sí que era español. Él era de Madrid, y estudiaba arquitectura. Lo mejor de empezar el Erasmus: quieres conocer a todo el mundo y todo el mundo te quiere conocer a ti. Las ventajas: siempre empiezas la conversación de la misma forma, presentándote y preguntando lugar de procedencia, y a partir de ahí viendo lo que sabes de ese país o ciudad, y contando chorradas sobre el tuyo. Unas 3 horas de conversación sin tener que pensar mucho: eso ni en la mejor de las familias. Galletita.
A partir de ahí, todos a hablar con todos. Los que nos habíamos conocido a primera hora ya éramos como de la familia, los demás... Primos lejanos! Hubo una nueva incorporación hispanoparlante: Sara, de Valencia, traducción e interpretación. Una chica de aspecto serio y responsable y de mirada penetrante, que decía muchas tonterías y pestañeaba compulsivamente. Nos quedamos un buen rato el cúmulo inicial (como en los chistes, un barcelonés, un madrileño, una valenciana, una italiana y un suizo). Galletita (la última). Vivíamos en la misma residencia. Sara era mi vecina de planta (de la nueva planta). Peligro, peligro, todo el mundo me lo había avisado: ¡¡No te juntes con españoles, que no aprenderás alemán!! Por suerte luego nos dispersamos nuevamente.
Para variar, me quedé en la luna deambulando por ahí y presentándome a la gente (sí, suena ridículo, pero era lo que íbamos haciendo todos, instintivamente supongo). Tan alelado me quedé que un poco más y no pago, cuando todos se iban a ir me di cuenta que me había olvidado de pagar. Aunque quedándome el último hice el camino hacia la clase con la profesora (Perrine), y obtuve información privilegiada: íbamos a jugar a pelota en la primera clase! Sí, tenía su lógica, te pasan la pelota casi de repente y tienes que pensar rápido en decir cómo te llamas, tu país, tu edad, en alemán. Y así fue. Ich bin Jaume, ich komme aus Spanien... Bien, no voy a describir la clase.
Éramos un buen surtido Cuétara, de todos los países, de todas las carreras. Me gustaba. Después de la clase nos dirigimos hacia el Mensa, ese sitio del que tanto habíamos oído hablar, el de la comida a precios de risa. (...)
Fin de semana
Despertar, luz, sol, bienestar. ¿Desayunar? ¡Ni pensar!
Sí, realmente me había quedado alelado con esto del cambio de escenario, no tenía ni una galletita. Hoy sí, hoy a comprar. Ascensor, tranvía. Mis compañeros de planta, en la parada del tren. Vamos a comprar cosas para la cocina, ¿nos acompañas? Natürlich, vámunus vámunus. Con comprarme una ollita, un plato, un vaso y un tenedor yo creo que tenía bastante, de momento. El sitio se llamaba Poco, era un poco como el IKEA. Las cosas costaban muy poco, y mi kit inicial se convirtió en un megasurtido de bienes domésticos, fruto del teorema de Poyakis ("poyakistoyakí.."). Al final iba más cargado que los individuos a los que en principio sólo venía a acompañar. Cobran las bolsas, qué animalada, si pago 15 céntimos por bolsa me voy a arruinar. Yo y mi mochila nos apañaremos. ¿De verdad? ¡Novatooo! Nunca vayas por Alemania sin un par de bolsas bien a mano.
Ya tenía hasta perchas para la ropa. El par de platos había cundido, ya tenía el pisito montado. Ahí no recuerdo exactamente el orden de las cosas. Sé que fui al mercadillo de Christuskirche con los dos vecinillos, pero no sé si ese mismo sábado por la tarde o el domingo. Llegamos cuando estaban cerrando, pero nos llevamos gratis una caja de kiwis en mal estado, de los que salvamos más o menos la mitad. Así que pudimos desayunar y merendar kiwis. ¡¡Kiwenos que estabaaaan!!
Sábado por la noche, a dormir a las 22 h... Era el mundo al revés. Al día siguiente me levanté relativamente pronto. De hecho, estaba en mi último día de vacaciones, tenía que aprovecharlo. Me volví a ir al centro. Habían conciertos, paradas, Bratwursts, alemanes saltando sobre globos gigantes, etcétera. El detalle de los alemanes sobre globos ayudó a quitarme esa imagen de seriedad y rigor que tenía de ellos, y que ni siquiera las sandalias con calcetines blancos habían conseguido cambiar.
Volví a perderme por la ciudad, y esta vez volví directamente en metro (ahí sí que no recuerdo por dónde pasé). Me encontré a la parejita asiática jugando a fútbol, mi deporte favorito (risas del público). Pero aun así me apunté, total, por muy mal que jugara no me importaba hacer el ridículo, no conocía a nadie, nadie me conocía. Estaba llevando una vida muy tranquila, muy de espectador, muy pausada. Sabía que al día siguiente seguramente conocería gente nueva, el resto de los Erasmus tenían que llegar como máximo ese lunes. Pero podéis estar seguros de algo: de ninguna manera podía imaginar hasta qué punto iba a cambiar todo en 24 horas.
Ah, cenamos kiwis.
Septiembre
Todo se veía distinto. El día seguía siendo gris, pero ni llovía ni hacía frío, y sobre esa hora había más luz que la tarde anterior. No conocía nada, así que decidí seguir el método Pulgarcito: perderme. Por lo que vi en el mapa, la ciudad estaba plagada de paradas de metro, fuera donde fuera siempre encontraría una, y si no preguntando llegaría a Roma. Seguí por las calles que me pareció, caminando sin rumbo, sin prisa, sin idea de dónde ir. Era una ciudad bonita pero parecía toda como un decorado. Más tarde César (uno de los Erasmus) daría con la idea exacta: el centro de la ciudad era como un gran centro comercial. La diferencia: tenía como añadidos alguna que otra Ópera, un Ayuntamiento, una estación, y muchas casas rellenas de alemanes. Igual de rellenas que las patatas que me comí junto a una ensalada de pescado y pepinillos al llegar a un restaurante de especialidades del mar ("o argo"). No recuerdo el nombre, aunque si venís os lo enseño. Luego vería que fui a un sitio poco típico de Hannover (porque no ponían Bratwurst, vamos...), aunque como comida alemana no estaba nada mal. Como buen recién llegado a Deutschland me pedí un agua (a secas). Me trajeron un agua (con gas). Me gusta el agua con gas, pero no era consciente que para pedir agua (sin gas) hay que pedir agua SIN GAS. Si se puede alzar un poco la voz en el ohne (sin), mejor que mejor.
Unos cuatro euros un plato combinado que estaba muy bueno, ¿Será verdad que Alemania no es tan cara? ¡Qué bien! ¡Pues me pido un café! Qué bien me siento ahora, y por cuatro duros. Die Rechnung bitte? (que se notara que había estudiado un mes de alemán y podía pedir la cuenta...). Ja gern! Serán dos euros treinta por el café, y 2 euros por el agua (con gas). Ahí tenía mi comida por dos duros... ¡Novatoooooo!
Al fin nos habíamos reconciliado, mi estómago me regaló una dosis de energía mezclada con modorra, y empezó a trabajar. Ahora ya no me hablaba, volvía a estar solo, así que decidí continuar mi paseo sin rumbo. Esta vez no seguí la técnica Pulgarcito sino la de Hansel y Grettel: miré hacia arriba y fui en busca de lo que yo creía que serían los puntos clave de la ciudad. Sin mirar el mapa, sólo por el placer de perderse. Marktkirche. El río. El Ayuntamiento. Casas. Calles. Ya estaba perdido, al fin. Pregunté por la estación central (que síí, por eso del mes de alemán) y volví a encaminarme. La Ópera. Estaba cerca, pero no lo sabía. Tiré a lo fácil y le pregunté a un "señor con corbata", en inglés. Demasiado esfuerzo había sido intentar entender las indicaciones en alemán de la señora de antes!
Estación. Tranvías. Gente de todo tipo. Punkies. Hambre. Bocadillo de pescado en el Nordsee, para comer andando por la calle, estilo alemán. No era aún suficientemente alemán: me senté en una especie de bancos enfrente de la estación. Pensamientos trascendentales. Gente. Alemanes. Alemanas. Como Canarias, como Mallorca, pero en su salsa. Salsa... Comida... El bocadillo se había acabado, tenía más hambre. Pizza. Tabaco. 4 euros, dolor. Paseo. Casa.
Cuarta planta, noch einmal. Sopresa: ¡Había gente! Somos nuevos. Nos presentamos. Un vietnamita y un ukrainés. Veníos a mi habitación (a la del de Ukraína). Nombres, números de habitación, conversaciones de recién llegados. Yo casi no sabía alemán, el de Vietnam casi no sabía inglés. Así que nos entendíamos vía pot-pourri idiomático y con la ayuda del ukrainés, que hacía de traductor. Vinieron más visitas, también nuevos, pero casi fue de pasada. Sueño. Cama. Esta vez me digné a poner el edredón, pero poner las sábanas ya era pedir mucho, estaba agotado.
sábado, 23 de junio de 2007
Jaunnover arrival
Estábamos en mi primer día del Erasmus, 31 de agosto de 2006, que por mucho que se le quite importancia es un día que nunca se olvida. Era viernes y llovía. Johannes me acompañó muy amablemente hasta la residencia, había por lo menos media hora de camino!! La estación de metro me impresionó bastante, para ser el metro de una ciudad "pequeña" lo encontraba exageradamente grande. No dejaba de ver "guiris" por todas partes, estaba rodeado. Pobre iluso: el guiri era yo. No creía poder acostumbrarme a ver a los alemanes como la gente de la calle, la gente del día a día. Me parecía extraño tener que hacerme a una ciudad tan "extranjera".
Llegada. Haltstelle: Kerstingstrasse. Nos habíamos salido del mapa. Ya no había gente por la calle. Sólo coches (coches caros). Saliendo del tram se podía ver un edificio muy alto, muy gris. Efectivamente: era allí. Planta cuarta. La primera habitación, a la izquierda (información innecesaria). Las 2 hipermaletas entraron por la puerta, seguidas de mí y de Johannes. Misión cumplida, ya tenía 12 metros cuadrados donde vivir.
Tras responder algunas preguntas típicas de un barcelonés perdido, Johannes se fue para su casa, a preparar su maleta: al día siguiente se iba a Hamburgo a casa de sus padres, ahora sí que no conocía a nadie en Hannover. Portazo. Ascensor. Silencio. Oscuridad. No habían vecinos. No había teléfono. Miré por la ventana. ¡Se veía todo Hannover! Hasta ese momento no me había dado cuenta realmente de lo que pasaba. Estaba a 1667 km de casa. No conocía absolutamente a nadie. Por un momento me vi en la misma situación por unos cuantos meses. Había abandonado todo mi entorno, ahora partía de cero en un escenario totalmente distinto. Ese cambio de escenario tenía que haber sido agotador, ¿Por qué no estaba cansado? Sí que lo estaba, pero hasta ese momento no me había dado cuenta... Estaba exhausto. Me senté en la cama para descansar un poco. Me estiré hacia un lado. Me dormí.
viernes, 22 de junio de 2007
Había una vez un Erasmus que llegó a Hannover...
Hallo!
Pues resulta que estoy en Hannover de Erasmus, como nadie de los lectores a los que he dado esta dirección debe saber… Y resulta que ya hice bien en olvidarme un poco de mi viaje al más allá (más allá de ejpéin), pues por mucho que pensara igualmente me iba a olvidar de cosas importantes, como por ejemplo de los apuntes de alemán, o de un simple diccionario… Si no doy para más… no doy para más, y punto. Eso sí, el osea ordenador no me lo he dejado, ni los osea auriculares, ni la osea baraja de cartas en miniatura sabes? Para no manchar mi buena imagen (no comment) abandonaré aquí la lista de cosas que no he olvidado.
Hecha esta macarrónica introducción, quisiera contaros (para los que hayáis recibido mi prometido mail con la dirección del blog, o los que sintonizáis Radio Makuto, y por tanto no sabéis nada de mí desde mi partida –qué poético…–) que el viaje no fue bien. Fue más que bien: todavía no me creo que en un viaje coche-avión-bus-tren en un entorno desconocido y hostil no tuviera que esperar ni cinco minutos en ninguno de los by-pass… Para colmo la alemanita que se sentaba a mi lado en el viónvión hablaba español, y me aconsejó cuál era la mejor combinación para llegar desde Weeze hasta Hannover. Para recolmo, mientras esperaba la maleta en el aeropuerto me viene a saludar (oh sí) un excompañero de prácticas de telecos que curiosamente iba de erasmus a Essen, así que lo poco que tuve que esperar en el viaje fue en compañía de un alma caritativa (oh, qué será de nosotros, pobres Erasmus, bla bla bla).
Al salir nos informamos bien de qué había que coger para hacer luego el trasbordo hacia Hannover (ídem el otro teleco, para ir a Essen), y los dos minibuses salían a las dos (eran las dos menos cinco…), así que con la calma fuimos hasta allí, mi bus se estaba yendo, pero el amable señor (amable porque eran 10 euros en un minibús que llevaba sólo una persona…) que controlaba “la paradeta” le dijo al conductor que diera la vuelta para recogerme (vale, un poco estresante sí que fue, aunque no tuviera que esperar nada). La alemanita que viajaba en el asiento de al lado del minibús no sé en qué hablaba, porque giró la cabeza hacia su ventana al ritmo del chumba chumba que retumbaba en sus oídos. Por suerte Bob Marley y Rammstein no giran la cabeza cuando le das a Play.
Al llegar a la estación central (Hbf, Hauptbahnhoff! Interiorización activada!) de Duisberg, más de lo mismo, eran las tres menos cuarto y el tren salía a las 15:11, pero había una cola impresionante para coger los billetes. A las 15:09 llegaba al andén, con mis 35 kilos de maletas encima. Como buen tren alemán, a las 15:10.53 empezó a aparecer, y a las 15:10.59 abría sus puertas. Evidentemente esto me lo acabo de inventar, pero poco más o menos debió ser así. Suerte que cogí segunda clase, porque no me imagino cómo sería la primera… Que si te traen café, que si qué desea (esto te lo decía la alemanita de turno, claro, …), que si más espacio entre asiento y asiento que en todo un vagón de grandes líneas RENFE… Eso sí, en Grandes Líneas RENFE te regalan un caramelito y unos auriculares.
Pero para qué engañarnos, en RENFE tienen algo que los alemanes no tienen: el sol viene incorporado de serie. Aquí viene de serie una cortina de nubes grises. En realidad Alemania es un país soleado, siempre y cuándo vivas por encima de la cortinita de nubes grises (¡Lo vi con mis propios ojos desde el avión!). Sol como el que lucía el jueves por la mañana en el atasco de Valgorguina (que hizo llegar tarde al trabajo a mi querido primo, que amablemente me llevó al aeropuerto de Girona, pero que contribuyó a hacer de éste un viaje sin esperas, como he comentado). Fue el retardo justo para coger la tarjeta de embarque número 89 (hasta la 90 embarcamos primero con Ryanair, los demás tienen que esperarse y coger los peores asientos, o sea sabes tía tía tía…).
Poco antes de llegar envié un sms al tutor (estudiante que me asignan para ayudarme en los primeros pasos, para que me integre en la siudaat), diciéndole que estaba a punto de llegar, que cuando estuviera ahí le decía… Pero como le había dicho que llegaba entre 18.30 y 20.30 pues a las 4.30 no esperaría ningún mensaje, así que a mi llegada a Hannover (sobre las cinco) sí que tuve que esperar a que lo leyera y viniera a buscarme. Pero cómo no, vamos a ver el vaso medio lleno y a decir que como toma de contacto con la ciudad no estuvo mal, siempre es bueno pasarse media hora mirando la fauna y flora de la capital de
[Fragmento escrito el lunes 9 de Abril de 2007 sobre las 3.22 de la mañana (ya he cerrado el word y no me acuerdo de la hora exacta, aunque la acabe de mirar para escribirlo aquí)]
Pues bien, lo que iba a ser un blog que colgara justo al llegar a Hannover se ha convertido en un archivo de texto que casualmente he encontrado 7 meses después en
Así que a día 9 de abril, y haciendo tiempo en el aeropuerto de Bremen mientras me dispongo a pasar una semanita en las Barcelonas, continuaré esta parrafada que en su tiempo quiso ser un blog y que nadie sabe aun lo que acabará siendo. Usaré la técnica “Sagrada Familia”, que consiste en intentar continuar el texto por donde lo dejé, a pesar de mi memoria de pez y el poco interés que tiene a estas alturas mi llegada a Hannover. Pero como sé que más de una persona lo leerá ya estoy contento (me incluyo yo mismo dentro de 5 años como lector). Bueno… Eso si sobrevivo al Erasmus!
Tal y como estaba estipulado, me levanté de la silla. Mi cuerpo descansaba sobre mis dos pies. Gotas de sudor caían por mi frente. La tenue luz que iluminaba mi camino, lejos de aunar mis sentimientos de coraje, contribuyó sobremanera a agudizar la inseguridad intrínseca a mi persona. El momento había llegado. Mi pie izquierdo abandonó el suelo y ascendió lentamente. Las gentes del lugar ni se inmutaron. Con valentía y decisión, fijé la mirada en un punto del suelo y coloqué el susodicho pie en el mismo. Lo más difícil ya había pasado. Poco costó levantar el pie derecho y repetir la misma acción. ¡¡Ya había dado mis primeros pasos en Hannover!!
Johannes (el tutor que me asignaron) me hizo un breve resumen de cómo son los bares en Alemania y en Spanien (aquí los bares no te destrozan tanto los oídos, en principio). Mis preguntas tenían más de curiosidad que de visión de futuro. En vez de preguntar “qué compañía de móviles me aconsejas como estudiante, ya que debería comprarme una tarjeta alemana” le preguntaba sobre las gentes y las costumbres alemanas. ¡¡Oh!! Qué útil te va a ser saber que el Hannover 96, el equipo de fútbol de la ciudad, suele dejar mucho que desear… Ahora toca embarcar, el vuelo a Barcelona sale en media hora. Tengo que dejar aquí este post. Por lo menos he matado el aburrimiento típico de los aeropuertos, escribiendo chorradas :-).
El segundo post también
Más vale tarde que muy tarde
Porque muchas veces confundimos el pasárnoslo bien con el tener que contar a lo demás lo bien que nos lo hemos pasado. Pues no, meine Damen und Herren, ahora les voy a contar las cosas haciendo flashback, que para algo es mi blog y puedo escribir lo que me blozca! (iba a escribir "lo que me salga de los blogs" pero por suerte he rectificado a tiempo).