lunes, 2 de julio de 2007

Jaumadrugón...

Con tanto canto y tanta cerveza las neuronas se utilizaron más de lo normal. Los polaquitos y alguien más (lagunas mentales...) se fueron andando a su Callin y el equipo "Bischos" volvimos a nuestro amado nuevo hogar alemán. Para muchos era su primera noche en Alemania. Para mí sería mi primera resaca alemana.

Ocho de la mañana. No todo lo que brilla es oro. Y mucho menos la pantalla del móvil cuando éste se puso a sonar. Mi cabeza había aumentado su densidad, pesaba 3 veces más. ¡Qué pereza! A clase, se ha dicho. Creo que habíamos quedado unos cuantos para ir a clase juntitos, oh, qué bonito.

Hubo movimientos de grupo avanzado-grupo básico de alemán, se ve que el avanzado era demasiado avanzado, y el básico demasiado básico. Nuestra profesora Perrine ya se situó el segundo día en su correspondiente posición de mito erótico de media clase. Por desgracia no nos daría clase todos los días. Pasaron lista: había un Jordi entre nosotros. Un nombre no muy inglés, no muy francés, no muy irlandés. El alicantino más dicharachero había aparecido. Hacía teleco, venía también a hacer el proyecto, y no había podido llegar el primer día porque su ruta Alicante-Hannover en coche había durado un poco más de lo esperado.

Mensa. Esta vez sí. Pudimos saber al fin qué se siente comiendo un bol de ensalada por 40 céntimos, un plato de carne o pescado por 1,30 euros, un bol de arroz o pasta por 40 céntimos. Todos habíamos comido en sitios baratos, pero esto nos superaba. Eso sí, los primeros días no conocíamos las normas del buen alemán (un par de bolsas de plástico, como ya dije, y una botella llena de agua en la mochila), así que... ¡Tuvimos que pagar la bebida! La botella de agua costaba 50 céntimos, ¡Qué escándalo! Tomamos asiento y nos comimos esos deliciosos manjares, dejando el misterio de los precios para otro momento. Aprendí que "coñ" en polaco significa caballo, y otras muchas cosas útiles. Éramos más que el día anterior. No hubo café.

Evidentemente, la noche estaba ya planificada. Um acht Uhr im Kröpcke.

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