martes, 31 de julio de 2007

Jaumalfombra con Tekila

Generalmente, quien tiene un amigo tiene un tesoro. Pero si se está de Erasmus, quien tiene un amigo tiene una alfombra. Porque a veces pasa que te encuentras a tu exvecino vietnamita en la parada del tren y te invita a visitarlo esa misma tarde para regalarte una alfombra que ya no va a usar, pues se ha comprado una nueva. Y por suerte tienes a un César de Madrid al lado que te acaba traduciendo lo que te han dicho, ante tu cara de estupor e impotencia idiomática, típica de la primera semana.

Como comenté, a partir de este momento no puedo especificar días concretos porque los recuerdos quedan diluídos (evidentemente, no especificaré el medio en que quedan diluídos). Sólo sé que volvimos unos cuantos días al bar de los vinilos colgados del techo, y que nuevamente se sacaron fotos curiosas, como ésta de la cámara de Salva:

Ese fin de semana fuimos a un sitio que se llamaba Osho. Se llamaba así porque por osho euros te podías pedir unas cuantas cervezas y porque el concepto alemán de "entrada con consumición" significaba que al día siguiente a las osho te invitaban a un café. Sé que en el fondo echáis de menos mis gracietas absurdas, por la misma razón que yo echo de menos jugarme la vida cada vez que cojo la bici para desplazarme por las españas. Sí, nuestra cara al ver "Te invitamos a un café" escrito en la entrada del disco-bar era un poco de fábula. A continuación, una de las fotos que hizo Salva en el susodicho antro: efectivamente, ya éramos como de la familia.

Por culpa del "síndrome del primer bar", un principio cuya veracidad quedaría demostrada meses después por los nuevos Erasmus de abril y sus reticencias para ir a Zaza, no volveríamos a pisar ese sitio en todo nuestro tiempo en Hannover. Una lástima.

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