miércoles, 25 de marzo de 2009

Sol y nieves

Hoy hizo un día espléndido. Aunque también hubo tormenta. Qué digo, si de hecho también nevó. Recuerdo ir con bufanda y guantes. Aunque también recuerdo ir sin chaqueta... ¡Ah, claro, que ya es primavera en Alemania!

Hace poco leí que el grupo de grandes almacenes El Corte Inglés tenía opción de comprar las galerías alemanas Kaufhof... Personalmente, no le veo demasiado futuro a esa operación; los alemanes confían en lo que les dices, pero a 5 bajo cero ponte a vender pareos porque "ya es primavera"... No, no lo veo.

Eso sin contar que "si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero". Pongamos que en verano 2010 El Corte Inglés alemán es un hecho. Pues allí que irá Herr Müller, a por el bañador de flores de colores que vio la semana anterior: han dicho que en los próximos 2 días hará sol y calor, llegaremos a los 37 grados. La playa del lago estará repleta, y Herr Müller estará allí, al pie del cañón, probando su nuevo bañador. Repetirá la acción durante 2 días soleados y calurosos, pero el tercer día el granizo y los 2 grados centígrados harán que la vuelta a casa sea con parada en El Corte Kauf-Inglés: el cliente no está satisfecho con un bañador que no abriga lo suficiente, debe devolvérsele el importe de la compra. Sigo sin verlo.

Y me olvidaba de la cafetería de la planta alta: para ser más alemanes que ellos tendrán que situarla en la planta número 52 (incluso para edificios de 6 plantas), servir cappuccini a 4 euros, vender 23 variedades de Brattwurst, ofrecer botellas de agua a precio superior al de las cervezas de medio litro y alternar siempre entre música alemana ultramoderna y canciones de los años 30.

Definitivamente, el único punto a favor que veo en esta adopción es la venta de calcetines blancos: si por cada veinte pares te regalan unas sandalias estaremos ante el negocio del siglo... Porque en el fondo hay cosas que no cambian.

Veremos lo que ocurre finalmente. De momento mientras esperamos podremos disfrutar de la nieve. Digo, del sol.

domingo, 8 de marzo de 2009

Zaza, la caída de un mito (parte II)

Si hay algo que cambie más que la meteorología alemana, eso es la política que sigue el personal de Zaza. La siguiente vez, ya después de Navidades, parece que se olvidó todo otra vez y que volvía a ser un sitio al que se podía ir. Pero como he dicho, las botellas habían quedado acumuladas en forma de negativismo en las cabecitas de cierto personal del club nocturno, y aunque todo parecía haber vuelto a la normalidad, el buen alemán nunca olvida (esto léase con entonación de película del oeste mal doblada, por favor). De paso póngase música de telenovela para el siguiente párrafo.

¡¡¡Marzo 2009!!! Un buen día, un grupo de Erasmus estaba pasándolo bien en Palo Palo ("la discoteca de los lunes"). Lo que nuestros amigos ignoraban era la presencia de uno de los porteros de Zaza en el antro más surrealista de Hannover. Resulta que era amigo de un portero de Palo Palo, y ahí estaban de cháchara. Pintaba una buena semana, pues uno de los Erasmus españoles tenía visita, le habían hablado muy bien de las fiestas hannoverianas. Era un chico alto y grande, de esos que ni los porteros de Palo Palo, tan dados a las palizas, se atreverían a enfrentarse. Pero si no puedes contra el enemigo (enemigo gratuíto, cómo no) atácale cobardemente. Sin venir a cuento, pues, el portero de Palo Palo empezó a hacerle gestos al chico que estaba de visita. Vacilándole, claro. Se le acercó, y el chico le dijo que no tenía vergüenza, o algo similar. ¿Qué hizo el portero? Arrojarle en la cara un líquido jabonoso con ligeros toques picantes; pimienta deconstruída, que diría Ferran Adrià.

Con lo que no contaban es con que alguien de los Erasmus llamara a la policía para denunciar los hechos. Al mismo tiempo, el portero de Palo Palo charlaba con el de Zaza, éste le comentaba las épicas gestas de los españoles en los zazamiércoles. Teléfono en mano, el portero implicado llamó también a la policía, haciendo un gesto comúnmente conocido como "tocarse los webs". Lo más adecuado para tranquilizar la situación, sin duda alguna.

La policía llegó, evidentemente la credibilidad de los españoles era baja (por tradición, claro). Pero los argumentos del portero eran, ante todo, pobres. Así que lo mejor que podía pasar pasó, y a continuación llegó también la policía criminal (Grissom y sus amigos, para los que hayan visto CSI). Tomaron muestras del líquido que habían tirado al chico, y pidieron los nombres a los implicados y testigos. Un par de semanas después llamarían a los testigos a declarar, la denuncia se había tenido en cuenta. ¿Quién dijo que Hannover era aburrido?

Dos días después, el portero amigo del de Palo Palo estaba en la puerta de Zaza impidiendo la entrada a toda persona de nacionalidad española. Aunque nos conociera de sobras, aunque no tuviéramos nada que ver con el lunes anterior. ALLE RAUS, versión 2. Xenofobia, patetismo, generalización, incultura y, lo más importante, pérdida automática de los mejores clientes que tenían. Eso sin contar la multa que seguramente le caerá a su amiguito. ¡Chapó!

Moraleja: si eres un camarero o portero de un antro en una ciudad alemana y un par de capullos te roban unas botellas: no te precipites y no hagas el tonto impulsiva ni injustificadamente, y menos cuando ya no viene a cuento. O por lo menos analiza lo que ha pasado, no metas a un colectivo de 200 personas en un mismo saco.

Como en este blog he hecho tanta propaganda a los miércoles en Zaza, ahora adjunto una lista de alternativas para los miércoles (y en general de fiestas en Hannover entre semana), por si alguien me hizo caso: Phoenix ofrece la misma oferta 5x5 en un local más grande y más cercano al centro (muy cerca de la estación de Steintor). El bar que simula la bolsa (DAX, al lado de Zaza) ofrece bebidas a un euro (no es 5x5 pero es 1x1). Los bares de Steintor ofrecen también ofertas de 1 euro cada miércoles. La discoteca OSHO (en Hbf) abre también, aunque no tiene nada de especial salvo la entrada gratuíta. Y si salir el miércoles sigue siendo perjudicial para la salud, quizás la mejor opción es ir los jueves a "Bei Chez Heinz", donde se hacen las fiestas universitarias más impresionantes de Hannover. "Zino Hannover" es también una alternativa para los jueves, aunque no tan concurrida. Que aproveche :-)

Zaza, la caída de un mito (parte I)

¿Quién dijo que la gallina de los huevos de oro era tranquila y suave como un peluche? Seguro que todos tenemos un conocido que tiene una amiga cuyo cuñado recibió un picotazo de dicha gallina... ¡O cuatro! Pues en Zaza pasó lo mismo, pero en vez de comprar un gallinero más confortable, asesinaron a la gallina y llamaron a la policía para denunciar el picotazo.

Para explicarlo haré un viaje en el tiempo, y de paso dejaré de contar cosas con dos años de retraso. Por un fenómeno de herencia cultural, las nuevas generaciones de Erasmus en Hannover recibirían por parte de sus asesores de años anteriores (dile asesores, dile malos amigos por mandarlos a esos sitios) una especie de lista no oficial de sitios a los que ir, para el día a día. Esta lista contenía un nombre subrayado, en negrita y en color rojo repasado con rotulador fosforescente amarillo: Miércoles - Zaza.

Así, los Erasmus de los dos siguiente años (2007/2008 y de 2008/2009), salvando unos pocos miércoles de alternativas, continuaron la tradición. Ya no había 2 horas de barra libre: lo prohibieron en toda Alemania tras casos de muerte por una mala lectura de la frase "bebe con moderación, es tu responsabilidad". En su lugar pusieron una oferta similar, que ampliaba el horario a cuatro horas y reducía el número de copas de infinito a cinco (5 copas 5 euros). Salvando distancias, seguía siendo una buena fiesta. Y ahí que se fueron los nuevos, y ahí que continuó la leyenda de un par de camareros "que-caían-mal-a-todos". Los porteros seguían estando en un pedestal, eran pacíficos y hasta simpáticos. De momento.

¿Cuál fue el problema entonces? Un par de ladrones de pacotilla españoles: sí, curiosamente esto no pasa con gente de otros países, y cuando pasa nunca es tan descarado y recurrente. Ya en el primer año (2006/2007) empezaron a coger botellas de la barra. El caso es que siempre han estado al alcance de la mano, pero por la razón que sea a los alemanes y al resto de europeos ni se les pasa por la cabeza alargar la mano y robar una botella. Pero a un par de españoles sí que se les ocurrió, hay gente con una inventiva sin límites. Pero si algo tienen los alemanes es su carácter radical a la hora de resolver problemas (léase el post de Callinstrasse), y la reacción natural fue echar a toda la gente que les sonaba a la calle: se equivocaron de personas y encima no tenían ninguna prueba que lo demostrara. Fueron 3 personas las que se lo pasaron tan bien robando, y de paso arruinando la noche a unas 70 personas, empezaron a crear la mala imagen de los erasmus en general y los españoles en particular. Zaza quedó medio vacío, unos por robar hicieron perder credibilidad a un grupo, otros por xenófobos compulsivos destruyeron la buena imagen que pudiera tener el club.

El segundo año (2007/2008) la tradición continuó; la de ir a Zaza ("por interés te quiero Andrés") y la de robar botellas. Tardó en volver a pasar, pero pasó, y repetidas veces. Esta vez los roba-botellas fueron otros (no hay nada como la variedad), y fueron más, pero por suerte en Zaza no tomaron medidas tan drásticas. Eso sí, la imagen de los españoles fue degradándose más y más. Los cuatro españoles de turno siguieron con sus costumbres de quinceañeros gamberros sin gracia, y el resto tuvieron que aguantar que el personal de la discoteca siguiera generalizando de una forma patética y colgando a todos los españoles una misma etiqueta, próxima a la de delincuentes.

En el curso actual, 2008/2009, las dos tradiciones se mantuvieron, si bien la de robar botellas no fue ni por asomo tan exagerada, y de hecho fue promovida por las antiguas generaciones Erasmus. Pero eso los camareros de Zaza de turno no lo podían saber. Fueron concretamente un par de ellos, concretamente jefes de barra con gafas (las gafas no las lleva la barra). Con su cuadrícula vital sólo supieron ir convirtiendo cada botella de menos en una neurona de más dedicada al odio a esa región del sur de Europa situada en la periferia de Mallorca (Malle para los amigos).

Tras un nuevo revuelo botellil, el espectáculo se repitió, y esta vez fue la gota que colmó el vaso. Esta vez no echaron masivamente a la gente, pero está claro que se trató el tema en el congreso internacional zazero que debió tener lugar durante las cenas de navidad de la empresa alcoholizadora por excelencia en Hannover. La semana siguiente, si hablabas español o tenías aspecto de español, tenías premio: te mirarían mal, controlarían todos tus movimientos, te tratarían como a un delincuente, esperarían y contarían todos los tickets antes de servirte con reparo y mala cara. Da igual que fueras un buen cliente durante 2 años, da igual que fueras un nuevo Erasmus y no supieras de la misa la mitad: todos delincuentes. ¡Feliz navidad, Zaza!

(continúa en el próximo post)

viernes, 3 de octubre de 2008

Check-in

Erasmus: conocimiento de otras culturas. Para bien, y para mal. Empezaré con la introducción histórica. Bienvenidos a los reportajes de La Dos.

En Hong Kong no hay costumbre de beber alcohol. Hay excepciones, pero son en general los "guiris" de ojos no-achinados los que mantienen el negocio de los bares de copas en la región. Luego empiezas a googlear y ves que sí, que la mitad de los chinos poseen una versión de la enzima que se encarga de metabolizar el alcohol, una versión que es mucho más intolerante con éste que la que pueda tener el individuo que está escribiendo el blog, o el que lo está leyendo.

En cualquier caso lo habíamos comprobado con nuestro amigo Rob, el hongkonés más dicharachero: una cerveza bastaba para encenderle la cara, se volvía de color rojo. Y eso lo sabíamos todos desde el primer día. Y el checo que se traía el portátil a clase de alemán para ver películas también lo sabía. Incluso sus amigos checos que venían últimamente con nosotros. Lo sabían.

Bar de los discos en el techo. Casco antiguo. Seguíamos quedando todos juntos, llevábamos al límite el concepto de "familia Erasmus". El sector italosuizofrancohispanopolaco llegábamos con retraso. Los checos llegaron mucho antes, algo así como una hora. Con ellos estaba Rob. O mejor dicho, una persona que se parecía mucho a Rob. No paraba de hacer cosas extrañas, los otros no paraban de reírse de él, su cara estaba más roja que nunca... Lo estaban humillando, lo habían emborrachado y seguían dándole Vodka. El más impulsivo de todos, John el suizo, empezó su bronca. Era en alemán, rapidísimo, no me enteré de casi nada. Pero no era difícil imaginarse lo que le estaba diciendo. Al principio se rebotaron. Al final parece que se arrepintieron, pero el número en medio de la calle (recordemos que aún hacía el calor de Malorca o Teneriffa, aún estaban las terrazas invadidas) ya estaba asegurado.

Nos llevamos a Rob de allí, los checos seguían discutiendo con John, que iba subiendo el volumen de su voz; Rob, histérico, no quería que cambiáramos los planes por su culpa, no quería que discutieran por su culpa. Quería irse a casa, nos decía que siguiéramos con nuestros planes, que no tenía derecho a chafárnoslos. Lloraba de rabia, lloraba de pena.

Al final Kasia y Radek, los superpolaquitos, acompañaron a Rob a casa. Vivían en la misma residencia de estudiantes, en Callinstraße. Se decidió hacer un plan alternativo, eso sí, diciéndole a los checos que íbamos de fiesta al lugar inicial... ¡No nos los fuéramos a encontrar! Eran los primeros hijos emancipados de nuestra familia Erasmus. No volveríamos a pisar ese bar. No volveríamos a salir con ese grupillo de checos.

miércoles, 20 de agosto de 2008

San Fernando: un ratito a pie, y otro con Üstra (?)

¿Cuál es la diferencia entre colarte en el metro de Barcelona y el de Hannover? Los remordimientos de consciencia. En Hannover los estudiantes viajan gratis, aunque nieve, aunque haga sol, aunque lluevan pelotas de ping pong: no se paga.

Los que habíamos llegado en septiembre habíamos comprado un ticket escolar mensual, pero antes de empezar octubre ya teníamos en nuestros buzones el objeto más preciado de todo el Erasmus: el Semesterticket.

Por el simple hecho de pagar la matrícula semestral, que no llegaba a los 170 euros, recibíamos un papelito con un holograma en la esquina. Era blanco. Era feo. Es más, era horrible. Pero te daba derecho a viajar gratis por Hannover y por la Baja Sajonia, hasta Bremen y Hamburgo, por el módico precio de cero euros. Y usar las instalaciones deportivas de la Universidad. Y hacer cursos de alemán, turco, japonés, chino, francés, español... Y de Photoshop, AutoCAD, Linux,... Y de salsa, hip hop, tango,... Y entrar a todos los sitios pensados para estudiantes a precios de risa... En resumen, te daba derecho a hacer vida de estudiante prácticamente "by the face".

¿Y qué pasaba si lo perdías? ¿Qué pasaba si te quedabas sin EL OBJETO? Es más, ¿Qué pasaba si simplemente sospechabas haberlo perdido, pero no tenías ganas de buscar? Bastaba con acercarse en 5 minutos al Service Center de la Universidad, rellenar un papelito diciendo que habías perdido la tarjetita y recibir una nueva, más blanca y más reluciente todavía. Y sin arrugas.

lunes, 21 de abril de 2008

Zaza, el nacimiento de un mito

[La información de este post está anticuada, pues tal y como nació el mito, volvió a caer al cabo del tiempo. Para más información sobre el estado actual de Zaza puedes leer este post (click aquí). Recuerda que siempre quedarán los miércoles Phoenix, la competencia directa de Zaza, misma oferta y mismo formato ;)]

Aunque parezca mentira, seguimos en octubre de 2006. Días soleados, manga corta, helados de mango y una chaquetita fina para la noche. Continuaba la Alemania tropical. Barbacoas en Silo, lunes al karaoke irlandés y a la discoteca Palo Palo, viernes el cumpleaños de alguien o la fiesta internacional de turno. El resto de días ya sólo íbamos a tomar algo, o como máximo a las discos de detrás de Hauptbahnhof, con su café gratis para cuando abandonas el antro. Glocksee, Chez Heinz, Faust... Ya empezábamos a tenerlos muy vistos. Había que innovar, nuestro contrato Erasmus nos pedía explícitamente que fuéramos de fiesta cada día para conocer nuevas culturas.

Fue Jordi el artífice, fue Jordi el Mesías: "Me han dicho que hay un sitio detrás de Hbf que los miércoles ofrece barra libre a 6 euros". Los "cubatas" que nos servían en cualquier sitio tenían medio dedo de alcohol y el resto del vaso de refresco. Estábamos hartos de tomar cerveza, se nos empezaba a poner cara de alemanes: necesitabamos innovar, lo necesitábamos ya. La primera expedición se había creado, acompañábamos a Jordi a la aventura Zaza: diría que venía también Salva y algunos de los nuevos, que por aquél entonces eran "Chuso and co". Zaza, un cubículo que más que un local parecía una columna hueca, que no llamaba la atención, que no parecía tener nada de especial, a primera vista.

"Ausweiss, bitte" (identificación). Puff, ya empezamos. Sólo les faltaba mirar que lleváramos un calzado "apto" y hablar castellano para hacernos salir de la burbuja Erasmus en la que estábamos metidos. Por suerte no fue así, sólo querían ver nuestra edad, y cobrarnos seis euros. Y darnos un papelito donde ponía "Getränk" (bebida)... ¿Cómo? A Jordi le empezó el sudor frío, había enredado a unas 6 personas prometiéndoles barra libre a un módico precio, y todo parecía indicar que con esos 6 euros recibías una bebida, y gracias. En realidad no nos dolía tanto, acostumbrados a nuestras queridas ciudades natales, pero en fin, nuestro gozo en un pozo.

En un pozo sí, pero en un pozo lleno de Vodka. No hacía falta ser muy observador: la gente pedía sus vasos con el ticket, y cuando los terminaba... Pedía otro. Fuimos puntuales, a las diez. La oferta terminaba a las doce. Los Wodka - Red Bull y los Gyn - Lemon se juntaron con la sed durante la friolera de dos horas. El que definió el alcohol como un lubricante social seguro que pasó alguna vez por Zaza, aunque esta vez no había explicación científica para las mutaciones que sufrimos. Quiero pensar que nadie contó los vasos que nos bebimos, quiero pensar que la primera vez fue light. Y así lo puedo contar, pues no hay fotos para demostrar la contrario, ni testigos que estuvieran en plenas facultades físicas y psíquicas para negarlo.

El caso es que repetimos la semana siguiente, esta vez con más seguidores. Y la siguiente también, con más adeptos aún. Y la siguiente, y la siguiente a la siguiente, y así hasta la fecha de este post, año y medio después, con una pequeña pausa en agosto, por razones que muchos conocéis, pero que muchos tendréis que esperar unos 3 años en conocer, cuando mi Blog llegue a ese día. Había nacido el mito de los miércoles, un mito que traspasaría incluso generaciones Erasmus.

No tenía nada de especial, la música no era especialmente buena, había camareros que no se merecían su sueldo. Pero permitía ver cosas fuera de lo habitual: españoles e italianos llegando puntuales a las diez de la noche para salir de fiesta, incluso antes que los de los demás países; transformaciones masivas en el comportamiento de cien personas a la vez al llegar el último cuarto de hora de la oferta, 23.45; un generador infinito de cotilleos para los días posteriores al miércoles, en los que el "quién se lió con quién", "quién acabó vomitando", "quién desayunó en la estación" o "a quién echaron de Zaza por alcohólico" eran los temas más habituales. Junto con el Dublin Inn de los lunes, se convirtió en una nueva tradición. Junto con la resaca de los jueves, se convirtió en un nuevo dolor de cabeza. Sin palabras.

Pfandman: the beginning

Todos habíamos oído hablar de él. Todos sabíamos que existía. Todos conocíamos su forma de actuar. Pero ninguno de nosotros lo había visto en persona: era él, era Pfandman. Bares de copas, antros, calles transitadas, calles desoladas... Ningún lugar escapaba a las garras de Pfandman.

Para los nuevos en el tema Pfand, empezaré por la traducción literal, que vendría a ser "Depósito retornable", o lo que es lo mismo, una pequeña cantidad de dinero que pagas al comprar una botella, y que te será devuelta en cuanto lleves la botella al lugar donde la compraste. Algo así como lo que había en España hace años, cuando devolvías las botellas de cristal de gaseosa y Coca-Cola, pero llevado a la perfección. En Alemania el plástico también tiene Pfand, nada más y nada menos que entre 15 y 25 céntimos. Las "botellitas" de cerveza, unos 8 céntimos. Esto permite la erradicación de deportes como el "lanzabotellas" o "la botella forestal", así como el nacimiento de nuevos deportes nacionales, como es el "cerveceo gratis" o, el más original de todos, el jugar a ser Pfandman. Estudios realizados por personal altamente cualificado indican que en una noche deambulando por antros y calles próximas a bares en la ciudad de Hannover se puede recopilar la cuantía de aproximadamente muchos euros en concepto de botellas vacías a ser retornadas.

Pfandman es el único superhéroe que lleva la cara descubierta, y su principal arma (opcional) es un bastoncito que usa para alcanzar las botellas en los lugares más difíciles, como son papeleras o esquinas escondidas. Pero nuestra mezcla de Capitán Planeta con Cálico Electrónico es mucho más que eso, Pfandman es una filosofía de vida, una forma de solidaridad sin fronteras. Y una estancia en Alemania permite a todo ciudadano descubrir el Pfandman que lleva dentro.

El descubrimiento de esta nueva faceta en nosotros mismos ocurriría pocos días después, en la fiesta de Ingeniería Civil. Ya conocíamos el concepto Pfand, y ya habíamos experimentado nuestras primeras devoluciones, pero no habíamos probado nunca el Pfand masivo, era nuestra primera vez. Las cervezas costaban en esta fiesta unos dos euros, hasta aquí todo bien, fiesta universitaria y bebida barata suelen ir juntos. Lo sorprendente era el precio del Pfand: 50 céntimos por botella. No tardamos en crear un nuevo proceso mental que asociaba la visualización de un objeto que respondiera a la forma de una botella de cerveza Becks con el ahorro de medio Euro en la compra de la siguiente cerveza, que ya de por sí era barata.

Alguno de nosotros fue más allá en este concepto y, echándole bastante más morro, ideó el concepto ["recolección de 5 botellas de cerveza Becks" = "1 Becks gratis"]. El resto nos dimos cuenta que no te decían nada por hacer esto, y que además el resto de gente se había dado cuenta y acababa de iniciar una especie de "guerra del Pfand". La cosa pasó de la originalidad al patetismo, y poco tardaríamos en vernos convertidos en guardianes de nuestra colección de 4 cervezas, rastreando el suelo y las esquinas con la mirada, en busca de la felicidad en la quinta botella vacía. Desarrollamos también una habilidad que detectaba el nivel de borrachera de nuestros compañeros de fiesta, y determinaba la probabilidad de que sus botellas fueran abandonadas en cualquier lugar al llegar a su fin. Por suerte esto no se convertiría en una tónica sino en una anécdota: el caso es que ese día igual nos habíamos gastado dos o tres euros en toda la noche. Pfandman invita.


(foto by Edu)

domingo, 3 de febrero de 2008

Party effect

Para la lluvia, un paraguas; para los frikis, una espada láser; para el calor, un bañador... Y para un grupo inconexo de Erasmus... ¡Una fiesta! O dos, o tres, o cuatro, o 200.

Na ja, tras una primera impresión tan "positiva", resultó que los Erasmusdeoctubre no eran monstruos de otro planeta: se podía incluso hablar con ellos. Hubo ayudas: el Dublin Inn y sus cervezas luneras biéuricas (cervezas de los lunes a dos euros con veinte), las fiestas en Silo Pinte (lo que por aquél entonces era "el sitio de las fiestas"), las visitas a disco-bares desconocidos por detrás de la estación central, un viaje precipitado a Amsterdam al que por suerte no me apunté... Todos estos y demás lubricantes sociales ayudaron a conseguir lo que la reunión de Ducatelli no había podido lograr ni de lejos, por mucho que uno de sus objetivos, según palabras del mail que la anunciaba, fuera el de conocer a los nuevos Erasmus "and socialize with them". Sí, ya.

Había una chica con ojos achinados que te miraba como perdonándote la vida: Saray. En una fiesta de Silo descubriría que se daba cuenta de eso y que no le importaba, era consciente que "al principio le caía mal a todo el mundo". Habían dos chicos con el pelo rizado que se hacían pasar por hermanos para ver la reacción de la gente: Luis y Jesús. En un encuentro casual les di mi móvil para ir a buscar proyectos juntos (estudiaban lo mismo que yo, buscaban proyectos como yo). Al principio me ignoraron vilmente, días más tarde el efecto Mensa solventaría el contratiempo. Había dos eslovacas que siempre iban juntas, una de ellas miraba al personal con aires de superioridad: Paula y Sasa. Las cervezas del Dublin Inn les harían hablar con todo el mundo y aparcar las miradas en zona azul. No les saldría caro: durante esos días, cada día era domingo.

Una de las primeras noches, Rocío la almeriense me puso al día de la situación: llevaban 1 semana seguida de fiesta intensiva, apenas habían dormido, y aún así seguían con energías para comerse el mundo. Nosotros por aquél entonces ya nos habíamos relajado y sólo salíamos "a muerte" los lunes, miércoles, viernes y sábados... Así que no podíamos ponernos a su altura, deberíamos esperar un poquito aún. También conocería en esos primeros días a Amparo, a Diego, a Palma, Carole...

Conoceríamos también nuevas formas de vida basadas en el "Erasmus perpetuo" (a algunos nos gustó ese concepto...). Trabajaban y estudiaban en Hannover desde hacía años, y curso tras curso se apuntaban a los "Erasmus team" que se iban sucediendo. El primero de ellos fue Mario, lo habíamos conocido en septiembre durante nuestra pesadilla busca-piso, pero no fue hasta octubre que empezó a venir con el resto de los Erasmus. La siguiente fue Mariella, que también se apuntó al bombardeo Erasmus: tras robarnos a Jordi algunos días en septiembre para llevárselo a fiestas con los Erasmus del año anterior, decidió finalmente tomar parte en este suicidio neuronal, decidió convertirse en una Erasmus más. Sus inseparables compañeras, Ana y Librada, seguirían sus pasos. La familia crecía a pasos agigantados.

Definitivamente, los españoles (e hispanohablantes en general) y los polacos (que no los catalanes, de momento era yo solo) eran una plaga en la nueva hornada Erasmus. La mayor parte de los nuevos polacos se juntarían entre ellos; los españoles lo intentarían, pero hasta 4 meses más tarde no lo conseguirían: personajes como Timo (el finlandés hijo de Santa Claus) o Michal (el polaco más dicharachero, el rey de la pista de baile, Kent Party), ayudarían a que la nueva "manada" española se encariñase con los antiguos Erasmus. Miguel el asturiano fue el único que se relacionó con los antiguos Erasmus desde el primer hasta el último día. Los franceses serían los únicos que no se relacionarían con seres de habla no francesa, ni el primer ni el último día. Bien, en realidad había "tres" excepciones: de ahí viene el término francés "tres" bien.

martes, 22 de enero de 2008

Qué simpáticos, los nuevos...

Éramos los viejos Erasmus (chan, chan, chan chan chan). Estábamos acostumbrados ya a hablar como en familia, a decir las cosas de acuerdo con lo que pensábamos en cada momento sin problemas, incluso al dirigirnos a gente del Erasmus con la que no teníamos tanta confianza, pues al fin y al cabo estaban en una situación como la nuestra. Y de esa misma forma nos acercábamos a "los nuevos", que al fin y al cabo no dejaban de ser "Erasmusleute". Ellos nos respondían haciendo lo contrario de lo que les aconsejábamos, poniéndonos motes, sentándose en mesas distintas al llegar a Mensa... Eran así con nosotros, pero también entre ellos. Ahí estaban ellos, tenían que quedar bien delante de un montón de desconocidos, tenían que demostrar lo que valían. Tras varias hornadas Erasmus ha quedado claro que eso es lo habitual y que, seguramente, nosotros mismos nos vimos en una situación similar.

Hacían sus cenas, sus fiestas. Se acababan de conocer, pero ese era su lugar, su grupo, nosotros no pintábamos nada. Ya teníamos bastante con poder quedarnos allí con su permiso, con el permiso de los auténticos Erasmus. Jordi se había infiltrado en una pre-fiesta que habían hecho mientras nosotros estábamos en Berlín, antes de la llegada oficial de los nuevos, así que había hecho buenas migas con algunos de ellos y se salvaba un poco de esa situación. El resto nos merecíamos ir a la hoguera, o algo parecido. A nosotros eso nos importaba mucho, pero mucho mucho mucho... Un traumaaaaa... Vamos, que nos importaba tanto como saber el modo en que se reproducen los elefantes africanos en primavera. Nos había decepcionado la forma de tratar con nosotros que tenían "los de octubre" pero con pasárnoslo bien entre nosotros teníamos suficiente. Los elefantes, también.

lunes, 21 de enero de 2008

Welcome, welcome

Exacto, la de septiembre no había sido más que una imitación: esta vez pudimos ver como, a nuestra llegada, todos los sitios estaban ya ocupados por "los nuevos Erasmus". Eso sí que era auténtico, ¡Tendríamos que estar 2 horas depié! Los nuevos Erasmus venían a ser un cúmulo inacabable de gente que miraba con cara muy curiosa a un grupito de gente que no estaba en la primera hora de la reunión, y que entraban después del descanso para buscarse un sitio donde permanecer el resto de la sesión (paredes o repisas de las ventanas, básicamente). Intenté dar con las nacionalidades, pero no acerté ni una: a Rocío la española la taché de georgiana (o algo por el estilo), a Asha la polaca la taché de italiana, Paula la eslovaca pasó a ser francesa... Y así un largo etcétera. Alguna nacionalidad acertaría, supongo.

Por si acaso, me agencié rápido una ventana para que mi persona no se agotara y así poder analizar mejor a "los nuevos", cual anciano pueblerino ante una manada de turistas. Justo al lado había un chico cuya estatura doblaba la de cualquier habitante de la sala: Julio el valenciano. Fue el primer "nuevo" con el que hablé. Se le veía al día con "esto del Erasmus", al parecer ya tenía contactos en Hannover. La conversación duró poco: con la entrada del Gran Ducatelli se hizo el silencio. La presentación vino a ser lo mismo que la de un mes antes, pero repartiendo unos folletos de Hannover que tuvimos que pedir especialmente los "viejos", pues al principio sólo se lo daban a los nuevos. Y estáis en lo cierto, no he mirado ni uno de esos papeles, de hecho igual hasta siguen en la misma carpetita.

Siempre había pensado que no había fotos de ese momento, pero el otro día me sorprendió esta foto de Rocío, que demuestra que aún me quedan neuronas para acordarme de la situación:


La tarea de los viejos Erasmus, según se dijo en la reunión, era la de "guiar" a los nuevos por Hannover, para que la toma de contacto con la ciudad fuera más llevadera. Y, por ejemplo, acompañarlos a comer al Mensa para que supieran dónde está y no les pasara como a nosotros al llegar. Un Erasmus viejo por cada 4 o 5 nuevos, o algo así dijeron. Nos quedamos un buen rato fuera, esperando a ver "qué hacían" (tanto ellos como Ducatelli, que fue el de la brillante idea de nombrarnos guías, así, en general). Incluso a un par con los que habíamos hablado les dijimos de acompañarlos. Al final, entre el pasotismo de los viejos y la prepotencia de los nuevos, cada uno se fue por su lado: nosotros hicimos la parte complicada, irnos al Mensa a comer, como siempre; los otros se fueron a abrir una cuenta bancaria, comprarse un móvil alemán, registrarse en el ayuntamiento de Hannover, pagar la matrícula...

domingo, 20 de enero de 2008

Szenario 2

Oh sí, voy a seguir la historieta... Que conste que el hecho que os intereséis (o que lo hagáis ver) por ella ayuda mucho, así que gracias :-). Ahora no recordaré tantos detalles como cuando empecé este blog, así que si en algún momento hablo de mis habilidades para volar o mi visión de rayos X no me hagáis caso, me lo estaré inventando.

En el capítulo anterior, la troup de Berlín volvía a Hannover, pero esta vez no volvía a la Bischofs. Nada de eso, ahora continuaban avenida abajo hasta llegar a Marienstrasse a dejar a Rachel. El increíble sentido de la orientación de César ayudó bastante a no perderse por un Hannover nocturno y desangelado. Todos fuimos llegando a nuestros respectivos nuevos espacios habitables, que no habitados. Yo descubrí que las llaves de la "Wilhelm" eran de todo menos silenciosas... ¡Crack, crack! Mi nueva vecina de sueño ligero hizo su primera demostración de inapacibilidad ante mis ruidos al entrar, ruidos que incluían hurgar en mi maleta aún sin deshacer, en busca de algo para dormir. ¿Volvía de un viaje dentro de un viaje? Pero volvía a un sitio en el que nunca había dormido, por mucho que fuera mi nueva casa, entonces... ¿Volvía? ¿Iba? En fin...

El cambio era más de lo que podía parecer en un primer momento. Ya no habría una rutina más allá de ir al Mensa. Me había apuntado a un montón de cursos de alemán en la Universidad de Hannover (que se note que los estudiantes lo tienen todo gratis aquí, ale!), pero todos eran con horarios muy variados. Alemán para informáticos, alemán para postgraduados (que pasó a ser el "alemán para Erasmus") en sus dos niveles iniciales... Ahí nos encontraríamos a todo el mundo que habíamos ido conociendo, Erasmus y no Erasmus. Más tarde me colaría también en la clase de fonética aunque no me hubiera inscrito (gracias Sara!), para asistir a las lecciones de una mujer típica de los libros de alemán, que nos hacía mirar en un espejo mientras poníamos cara de imbéciles pronunciando la ä, la ö, la üüüüü...

Pero todo eso iría pasando a lo largo del mes: lo primero es lo primero, y es que el señor Ducatelli (Oficina Internacional) nos hacía asistir a la "Welcome Reception" oficial, lo que quería decir que la que nos habían hecho en septiembre era una burda imitación. Pero no nos importaba... ¡¡¡Íbamos a conocer a LOS NUEVOS!!! ... ¿O no?

sábado, 10 de noviembre de 2007

Puntualidad alemana

¡Hola! Sigo alargando esta gran pausa en la historieta: como dije nada más empezar, escribiré lo que me blozca; hablar sobre el principio del Erasmus me deprime, y como sabéis estoy dejando el masoquismo. Ya lo haré en otro momento. Hoy voy a desvelaros, oh lectores, uno de los grandes misterios de la humanidad. Porque a veces damos las cosas por supuestas sólo porque "son así". Exacto. Los ingleses son puntuales, los franceses son capullos, los alemanes son cabezascuadradas... Pasas un año con gente de todos esos países, los conoces, los ves a diario... Y te das cuenta que sí, son tópicos, pero sí, son todos ciertos. Los ingleses siempre están dos horas antes de lo acordado, los alemanes no saben reaccionar cuando los sacas de sus esquemas... Y toda Europa (la vieja y la nueva) y parte del "extranjero" le tiene manía a los franceses: no es sólo el efecto vecindad, hay unanimidad global.

Pero voy a dejar de irme por las ramas y voy a ir al grano. Vale, ya está. Desinfectadito y todo (sin comentarios). Ahora sí, iré al tema. Y es que el otro día quedé para tomar unas cervecitas (el -itas es un recurso estilístico poco acorde a la realidad, pero al fin y al cabo cumple su función) con mi vecino hamburgués. Estáis en lo cierto: si llega a ser una chica, habría ido a tomar cervezas con una hamburguesa. La hora, la oficial: las "veinte". El lugar, la puerta principal del edificio. El espíritu: "he quedado enfrente de casa", con bajar justo a la hora hay suficiente. El resultado: a las ocho menos dos minutos me sonó el timbre. ¿Cómo pudo haberme ocurrido? ¡Ya pasaba de las ocho menos dos y no estaba abajo! En cerrar la puerta tardaría 10 segundos, en bajar las escaleras tardaría un minuto, no podía entretenerme, ¡Iba a llegar tarde! ¿Los ingleses son los puntuales? No. Los ingleses son siempre impuntuales, nunca llegan cuando toca: siempre llegan antes de la hora. Los puntuales son los alemanes. Y los checos, y los finlandeses, y en general todos los europeos excepto España, Italia, Portugal y Grecia. Fácil: venimos de países "menos civilizados y desarrollados", bla bla bla (la historieta de siempre). Pues no (he dicho). La única explicación es el clima.

En Barcelona quedas con alguien a las 9. Si a las nueve y cinco aparece, todos contentos. Si aparece a y diez, te preguntan "¿Llevas mucho esperando?" y respondes "Cinco minutillos, no pasa nada". Si aparece a y cuarto, instas a la otra persona a intentar no repetir tan incómoda espera. Más allá de y cuarto, empiezas a plantearte abandonar el lugar o regalas unos centimillos a las operadoras de telefonía móvil, contribuyendo así al desarrollo de las telecomunicaciones (ya, bueno...). De todas formas, alguna vez esperas hasta veinte minutos sin perder los nervios: miras a la gente de la calle, te das un Voltio, haces un "Fumando espero" (Zamacois, sí), te lees la revista/libro/periódico de turno, o simplemente te quedas un rato pensando. Total, ya va bien tomar el aire y tampoco hace tanto frío, como máximo algún día. Hay quien no tolera estas esperas, pero hablamos en general. El pan de cada día.

Salto. San Sebastián de La Gomera. Entre 15 y 25 grados todo el año, salvando excepciones. Quedas a las nueve, pero sabes que nunca debes salir de casa antes de las nueve: hasta las nueve y media no vas a encontrar a nadie. Caben dos posibilidades: 1) En Canarias no es una hora menos sino una hora y media; 2) tengo yo razón, y la puntualidad es inversamente proporcional a la latitud. Esperando se está bien, y teniendo toda la calma del mundo porque el clima acompaña, también. Allá donde fueres... Tal. No hace falta ni acabar el refrán, porque a buen entendedor... Tal. Sin estrés.

Otra vez, saltemos. Un día cualquiera del pasado mes. Este año Hannover no es tierra tropical, como pasó el anterior. Treffpunkt: reloj de Kröpcke (el centro de la ciudad, vamos). Cinco minutos. Diez minutos. Veinte. Treinta. Lluvia. Cuarenta. Frío. ¡Tres cuartos de hora! Viento. Frío. Lluvia. Maldiciones varias. Manos en los bolsillos, guantes en casa. Frío. Gente esperando a otra gente: 5 minutos máximo. Resfriado al canto. Bonito, precioso. ¿Cómo no van a ser puntuales los alemanes, si es físicamente imposible ser impuntual más de dos veces sin romper una amistad o acabar con la salud de tus "Kollegen"? De ninguna manera, no son puntuales por ser más civilizados (no discutiremos en este momento si lo son o no, simplemente asumiremos el tópico y diremos que sí), sino por necesidad.

Y ahora os dejo, que me he entretenido escribiendo y llego tarde a una cena.

jueves, 18 de octubre de 2007

El espíritu Erasmus

Estoy alargando mucho esta pausa en mi "historieta"... Espero no dejarla a medias, pero mientras tanto voy colgando cosillas como vídeos y links...

Aquí va un link a un artículo de El País con el que seguro que los co-erasmus os sentís bastante identificados:

El espíritu Erasmus

Sí, debería ser obligatorio.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Sommer Semester

Aunque sigo contando las cosas con prácticamente un año de retraso, era inevitable poner el vídeo que acaba de subir Rocío a Youtube sobre el segundo semestre del Erasmus. Éste es, si cabe, mejor que el anterior. Entre otras cosas porque salgo más en las fotos (sí que tengo abuelas, pero ahora mismo están lejos). Para los despistados, el primer vídeo (Winter Semester) lo podéis encontrar más abajo. Felicidades de nuevo Rocío, te ha quedado genial :-)

domingo, 16 de septiembre de 2007

Brelín: fin del principio

Qué cosas, vuelvo a estar en el Aeropuerto de Bremen, con mucho tiempo por delante y sin saber qué hacer. Son las tres y cuarto de la mañana. No me he traído ningún libro, ninguna revista, nada. He venido andando desde la estación de tren, una hora de camino, y sólo me apetece sentarme. Pero he descubierto un enchufe en uno de los bares (bares cerrados), así que puedo usar el PC durante un rato. Las opciones son: jugar al Mahjong o al Sudoku por la red de T-Mobile (¿Quién dijo que en la mayoría de aeropuertos había Wi-Fi gratis? ¡2 Euros, 15 minutos! Va a ser que no…); jugar a Volley Ball con dos animales viscosos de color Verde y Rosa; ponerme a mirar fotos y a decir “jo tía, cómo pasa el tiempo”; ponerme a escuchar música a toda pastilla y despertar a medio aeropuerto; hacer una combinación de las anteriores; continuar este potencial post intentando recordar por dónde iba la última vez que escribí...

, como habréis observado he elegido la última opción. Acaban de venir dos señores calvos a preguntarme dónde están las ventanillas para facturar. ¿Vuelan ustedes con Ryanair? No, señor, volamos con KLM, pues vamos a Ámsterdam a las 6 y 10 de la mañana. Lo siento señores, no tengo ni la más remota idea, yo sólo conozco mi bonito Terminal E, con sus sillas de Fisher Price, y con su personal de seguridad que se pone histérico cuando encuentra un cuchillo de 20 centímetros en mi maleta (un comportamiento ejemplar, guardando la calma…). En esta parte del aeropuerto es todo lo contrario: naves espaciales, satélites a escala, objetos cósmicos del espacio sideral chiripitifláutico… Dicen que hay una tienda de la NASA, pero no me apetece dar vueltas por el aeropuerto en busca de una tienda cerrada. En fin, no tienen por qué preocuparse estos señores, acaba de pasar el de Seguridad y les ha aclarado todas sus dudas.

Bueno va, sigamos con la historieta. Era el final finalísimo de septiembre. Ya tenía las llaves de la casita más bonita del mundo. Después de tanto estrés, el tiempo se había detenido de repente. Como dice el dicho, después de la tormenta, viene el Jaume. Y así fue: de la noche a la mañana el tiempo se expandió. Podía usar mi hora diaria de Internet en la biblioteca para mandar e-mails absurdos, contar lo bien que me iba todo por Alemania, y demás cosas útiles. Los papeleos del Erasmus estaban prácticamente acabados. La tarjeta del banco ya había llegado a nuestros buzones, nuestro móvil alemán era muy útil y hacía llamadas muy baratas, los miembros de la “familia Bischofs” nos llevábamos cada vez mejor (¿por suerte o por necesidad?). Definitivamente podíamos estar como en casa. Tanto es así que, aunque casi todos teníamos ya las llaves, nos quedaríamos hasta el último día en la residencia que tanto habíamos criticado: echaríamos mucho de menos esos días, y lo sabíamos. Incluso Cristina, fanática de la limpieza y defensora a ultranza de las bayetas y las fregonas, decidió finalmente pasar sus últimos días de Septiembre con nosotros y con las arañas de la Bischofs. Viajes al IKEA, más cervezas, South Park en alemán, estudiar para los exámenes finales del curso intensivo… Vuelvo al presente: acaba de pasar una señora a unos 5 metros de mí y aún huele todo a la colonia que llevaba puesta.

A lo que iba, que se acababa septiembre, que se acababa la Bischofs… ¿Qué mejor manera de acabar una “etapa” que haciendo un viaje todos (o casi todos) juntos? ¿Y a dónde va a ir un grupo de extranjeros en Alemania, si no es a Berlín? Pues allí que nos fuimos, alquilando un coche entre cinco (Cristina y Jordi tenían ya sus planes alternativos) y empezando a hacer kilómetros. Acabamos las clases, devolvimos las llaves, nos repartimos las cosas de la cocina que Cristina ya no necesitaba en su supercasa (ahí nació el concepto de Herencia Erasmus, que un servidor considera muy interesante), y nos fuimos a Berlín: Salva, Rachel, Sara, César y yo. El hostal, Meininger Strasse, bueno bonito barato y céntrico (BBBC). La habitación era prácticamente sólo para nosotros. Había un chico en una de las camas. Por la noche, cuando dormía, me puse a hablar sobre él y sobre su origen. No había duda: era australiano, aunque su madre era de San Francisco y su padre Neozelandés (o cualquier otra chorrada por el estilo que se me ocurrió decir en ese momento). Pero no, resulta que era de los USA y entendía el spanish, y posiblemente me hubiera escuchado. Tierra, trágame. Espero que, efectivamente, estuviera dormido. Qué bonito es Berlín.

Hmm… Acaban de pasar otra vez los dos señores calvos, uno de ellos lleva ahora una gorra. Se han sentado en unas mesas en el mismo bar cerrado en el que estoy yo: se me acabó el rato de tranquilidad. Van pasando azafatas sin parar. ¿A dónde deben ir? Ah, ya. Debe haber una fiesta piloto en algún lugar del aeropuerto. Estaba con Berlín: César con su afición a los mapas se convirtió en nuestro guía geográfico, y Rachel con su vitalidad sobrehumana se convirtió en nuestra guía espiritual. Coincidió nuestro viaje con el día de la reunificación alemana.

Después de haber visto, al inicio de mi Erasmus, a cientos de hannoverianos saltar sobre globos al ritmo de una música hortera, esto era lo único que me faltaba por ver. Un grupo de cincuentones cerveceros cantando música tradicional alemana. Era muy interesante. Paseamos, bebimos, comimos. En mi afán de “no dejar nada en el plato” extendido a “en el de los demás tampoco” casi me coge un empacho ese día. Suerte que los jardines de enfrente de la puerta de Brandenburgo están muy cuidados, y nuestras chaquetas eran muy versátiles. Siesta machen.

La isla de los museos, el Muro, la Alexander Platz… Todo muy bonito, pero lo que realmente nos conmovió de la ciudad fue el metro de Alexander Platz: sin palabras. Cada vez que se acercaba un metro sonaba música de trompetas, todo muy célebre. Con esa música era ridículo ver entrar un metro en vez de un millar de gladiadores romanos, pero por lo menos te aseguraba un buen rato de risas compulsivas. Por desgracia, en viajes posteriores a Berlín, comprobamos que las señales sonoras para anunciar la llegada del metro eran como las de cualquier metro del mundo. Supusimos, pues, que esa música la habían puesto sólo esos días por la celebración de la unificación: prefiero no pensar que 5 personas tuvimos alucinaciones al mismo tiempo.

Ahora ya sabéis cuándo tenéis que visitar Berlín: ni Love Parade, ni Berlinale, ni Weihnachtmarkts, a Berlín se va para visitar Alexander Platz en metro el día de la Reunificación. Volvimos en tren, aprovechando que era ya fin de semana y que podíamos coger un “Schönes Wochenende Ticket”, que en castellano vendría a ser “Ticket para un fin de semana superchachi”. Ya me he acostumbrado a oírlo, pero no negaré que en el primer momento me causó un trauma bastante considerable. La cosa es que con 30 euros cogíamos todos los trenes de Alemania las 5 personas, es decir que por 6 euros por persona hicimos todo el trayecto Berlín-Hannover. Ay renfecita renfecita, cuánto te falta por andar...

Por la noche estábamos ya de vuelta en Hannover, de vuelta en casita... Pero algo fallaba... ¿Por qué no volvíamos todos a nuestra querida Bischofsholer Damm 85?

domingo, 9 de septiembre de 2007

Winter Semester

A continuación, y antes de que me olvide de colgarlo en el Blog, adjunto el vídeo que hizo Rocío (Erasmus a partir de octubre) sobre el recién comenzado semestre de invierno 2006. Podéis buscarlo también en Youtube y lo veis a pantalla completa ;-). Felicidades Rocío, eres una artista.



IMPORTANTE: Si has sido Erasmus durante ese semestre, es altamente recomendable un estado anímico favorable antes de darle a Play. No es ninguna broma.

viernes, 24 de agosto de 2007

Wilhelmjaumestraße

Recordemos, poco después de la abducción de Salva habíamos decidido mirar los pisos por nuestra cuenta, ya habíamos acumulado "experiencia" y nos veíamos preparados para encontrar palacios, mansiones, suites de lujo a cuatro duros. Incluso con nuestro limitadísimo alemán. Fue en ese momento cuando vi una oferta en una residencia justo enfrente de la Universidad, justo al lado del Bahn, muy bien de precio y con un piano de cola en el salón. Sí, fue en la bolsa inmobiliaria de la Studentenwerk (para los que no creíais en ella...). No se podía pedir más, era la perfección hecha inmueble. Pero en ese momento no sabía que era una residencia, sólo me llamó la atención lo del piano: entre tantos pisos y tantos mails que iba mirando en sólo una hora de Internet, ni me fijé. El caso es que le envié un e-mail al chico y me olvidé, a otra cosa mariposa. Me llamó por la noche, cuando estábamos en medio de un tour por los bares de Hannover, pagado por la Universidad, evidentemente. Aquí, una foto en uno de los bares del Tour, que coincidió con el cumpleaños de Timo el finlandés. Foto by Alexis.


Sí, es una playa sin mar en medio de Hannover. Lo dicho, en medio de tanto escándalo me llamó el propietario de la habitación perfecta. Decía que no hablaba bien inglés, así que me tocaba hablar y escuchar alemán con el "espantoso-ruido" que había en esa fiesta. No entendía nada, pedí ayuda urgente a Cristina, que estaba por ahí danzando, y me hizo de intérprete (GRACIAS). La habitación estaba en Wilhelm-Busch-Strasse, la misma calle donde hacía unos días habíamos visitado la residencia de la secta (¡Pero no era la misma!). Me dijo que no era un piso sino una residencia, así que hice asociación de ideas y sumé Wilhelm-Busch + residencia = los de la secta otra vez. Cuán equivocado estabas, Jaume. Le di largas y le dije que lo llamaría en otro momento.

Al día siguiente, en la visita de rigor a la biblioteca para nuestra horita de Internet, volví a mirar detenidamente la oferta de la residencia: ¿Cómo podía haber sido tan imbécil? Había dejado escapar la habitación perfecta en el sitio perfecto al precio perfecto, sólo por creer que eran los de la secta que querían engañarme otra vez. Necesitaba hablar con Cristina urgentemente para que me salvara la vida. No me veía capaz de salvar una situación así con mi alemán de pacotilla. Llamó otra vez al chico para decirle que su amigo estaba MUUUY interesado en la habitación, que se había confundido de residencia y que si le iba bien quedar para verla. Sorprendentemente, después de haberlo mareado durante dos días con el que-sí, que-no, que-sí, dijo que sin problemas, que el siguiente lunes podíamos quedar. El sábado siguiente nos echaban porque se terminaba septiembre, quedaba una semana, y hasta ese lunes no podría estar seguro de si tenía habitación o no.

César nos dio un consuelo, si alguno de los dos (Jordi o yo) se quedaba sin sitio, podía dejarnos la habitación pequeñita de su piso: aunque en teoría pagaba por una habitación, en la práctica tenía dos minihabitaciones. Sara seguía buscando alternativas a su lejana residencia Paperhofstrasse. Rachel, Salva y Cristina firmaban alegremente sus contratos. Y sonreían mucho, aunque lo intentaran disimular ;-).

Finalmente llegó el lunes 25 de septiembre. Salida del curso de alemán. Wilhelm-Busch-Strasse, número 8-10. Un georgiano de gran nariz nos abrió la puerta a mí y a mi nuevo amor Cristina (gracias a ella había podido rectificar a tiempo). No había acudido nadie más, y en 5 días se acabaría septiembre: todo parecía indicar que la habitación sería mía, pero no quería hacerme ilusiones.

Vimos la habitación, vimos la cocina, vimos el entorno... Vaya show: en realidad ya había ido a ver la residencia un par de días antes, colándome por la puerta principal, cual vecino sin llaves, la curiosidad mata. Me encantaba. De repente el chico sacó un papel doblado con unos precios escritos en boli, y me lo dio. No era la lista de la compra, era el "contrato". Me dijo que me daba las llaves en aquél mismo momento, y que fuera a firmar unos papeles con la Hausmeisterin conforme me realquilaba su sitio durante 6 meses... ¡Tenía habitación! En un momento había pasado de no ver el final de la pesadilla buscapiso a tener las llaves de una habitación que no cambiaría por nada. Bueno, sí, la cambiaría meses más tarde por otra mejor en la misma residencia, pero eso aún no lo sabemos.

Finalmente, Sara no encontró otra alternativa y se acabó quedando en otra residencia fuera del mapa. Jordi tampoco encontró nada, así que se fue al piso de César a compartir mini-habitación. Alexis se había quedado colgado, sin casa, así que se quedaría unos días en casa de Ray hasta que encontrara algo. Los demás, unos mejor y otros peor, ya estaban todos colocados (en el buen sentido de la palabra -y en el malo, por las noches-). Alexis también acabaría encontrando un buen piso, no sufráis.

Meses más tarde, en otro curso de alemán, tendríamos un capítulo que hablaría de la búsqueda de piso. No lo voy a negar: había aprendido más alemán en esas dos semanas y media de tour por las casas de Hannover que todo lo que podría aprender en ese capítulo del libro. La letra, con sangre entra. Pero sí hay algo que me gustó de ese tema: el Rap del Wohnungssucher. Lo he buscado en el CD que incluye el libro pero no está, sólo tuvimos el gran honor de escucharlo los que asistimos a clase ese día. Adjunto la letra del estribillo, una joya, donde las haya.

Schon weg! - Es fällt mir immer schwerer, diesen Spruch zu glauben.
Schon weg! - Dieser Spruch fängt an, mir den Schlaf zu rauben.
Schon weg! - Ich habe keine Lust mehr, diesen Spruch zu hören.
Ich sag's jetzt mit Betonung: Ich will endlich eine Wohnung!

(fuente: Tangram aktuell 2, Lektion 5)


Sin comentarios.

jueves, 23 de agosto de 2007

Glocksee, la abducción

Una de las casas visitadas estaba frente a la parada de tranvía de Glocksee (ves César, ahora ya lo escribo bien). Unas 7 personas compartían el lavabo de una casa enorme y desastrada con los trabajadores de una oficina que estaba en el mismo edificio. Hacían una compra mensual de 90 euros y compartían todo lo que se dejaba en la cocina. La habitación era gigantesca, la casa, impactante. Esa visita duró más de lo habitual, nos quedamos como 3 horas siendo observados por los mitbewohners mientras hablábamos sobre nosotros. El caso es que dio sus frutos: al cabo de unos días llamarían para proponerle a Salva que se uniera a su gran familia. Dónde se había ido a meter...

Entre tanto, César y Rachel habían encontrado también piso; el de Rachel era otra maravilla de la naturaleza, aunque no estaba muy cerca. Sara había visto una residencia que estaba bastante lejos, así que seguía buscando alternativas. Jordi y yo seguíamos pendientes de las llamadas, y seguíamos contando con la ayuda de Salva, que aunque tenía ya piso se solidarizó con nosotros para seguir buscando. Al final, decidimos mirar más por nuestra cuenta otra vez: faltaba sólo una semana para acabar septiembre, tendríamos la motivación y presión suficiente como para aprovechar al máximo la hora de Internet que teníamos en la biblioteca (nada de mails), incluso para hablar alemán por teléfono, aunque fuera al estilo Gran Jefe Culo Blanco.

Aún así, el Erasmus continuaba con sus fiestas, sus cursos, sus actividades. De esos momentos guardamos bonitas fotos como esta de Alexis:

Los lunes eran del Dublin Inn, el bar irlandés, desde el primer hasta el último lunes del Erasmus sería una visita obligada. Las Weissbier de medio litro costaban 2,2 euros, precio de estudiante los lunes y los viernes: ese precio y los shows que se montaban con el "karaoke integrado" evitaban que migráramos a otros lugares.

Respecto a la familia Bischofs, los papeles se redefinieron ligeramente. Mamá-Cristina seguía preparándonos exquisitas delicatessen a cambio de poder descansar después de cenar. Por ejemplo, unas berenjenas rellenas sin berenjena, puesto que Jaume había tirado la parte de fuera al verlas mezcladas con el resto de "deshechos". Sara se convirtió en nuestra mascota, pues nos hacía compañía incondicionalmente, aún teniendo mil trabajos que hacer para su universidad. Salva y Rachel se convirtieron en los amantes de la familia (¿Incesto?). Papá-Jordi en ocasiones intentaba abandonar la familia (Fabriccio, Fabriccio...), yendo a barbacoas y demás eventos con los Erasmus de otros años que todavía quedaban por Hannover, en vez de ir con los de nuestro año. De todas formas, nunca hubo divorcio. César y yo éramos niños bien enseñados y seguíamos las pautas de todo buen Erasmus, acudiendo a todos los eventos, los divertidos y los no tan divertidos. La residencia en sí, cada día era más encantadora:

(foto by César)

miércoles, 22 de agosto de 2007

Los Lunnis al sol

Coincidencias. En una de las cenas que nos cocinó mamá-cristina nos dimos cuenta que el siguiente sábado por la mañana habíamos quedado Salva, Jordi y yo para ver el mismo piso. Decidimos unir esfuerzos y ponernos de acuerdo con el chico del piso para ir los tres a la misma hora. Es más, a partir de ese momento decidimos buscar y ver todos los pisos juntos, dejando que decidieran con quién de los tres se quedaban. Si les daba igual, lo haríamos a suertes. César, Sara y Rachel iban más por su cuenta, en principio no tenían tanto problema con el alemán. Cristina ya no buscaba piso (pronúnciese en tono envidioso).

Sábado. Planta baja en un barrio "periférico" (por decirlo finamente). Si hubiéramos estado en España, no habríamos ni entrado. Pero como los alemanes son tan supermegaeficientesdelamuerte y los ladrones y psicópatas están en peligro de extinción (sólo quedan ladrones de bicis) le dimos un voto de confianza al pisito. Dos alemanes y una alemana, la habitación era grande, el suelo de tarima. Los alemanes, muy simpáticos. Nos dieron una semana para decidir. Más tarde nos daríamos cuenta que la zona era genial, el precio era genial, los compañeros de piso eran geniales. Pero al ser primerizos y encontrar el piso en una zona tan desangelada tardaríamos unos días en llamar (no llegó a la semana, pero de todas formas ya lo habían cogido)... ¡Genial!

A partir de ese momento el número de pisos vistos por día crecería exponencialmente. Salva era nuestro portavoz (era con diferencia el que más alemán sabía de los tres). Jordi y yo éramos el apoyo logístico. Mi PDA sin antena era el apoyo cartográfico. El billete de transporte público integrado, nuestra salvación.

Si en la variedad está el gusto, podemos decir que esos días fueron "exquisitos": hubo de todo. Estuvimos en casa de un chino que nos decía que si pensábamos que la habitación era una mierda (eine Scheiße) se lo dijéramos en ese momento. Alias: el chino. En casa de una chica joven envejecida por la mala baba, que decía que la sala era suya pero que dependiendo del día nos podía dejar ver la tele con ella. Alias: la sargento. En casa de unas alemanas que tenían una cama galáctica llena de lucecitas de navidad. Alias: las de la cama interestelar. De unos alemanes muy alemanes que iban a juego con su casa de diseño neosurrealista. Alias: los Rammstein. De una jovencita que escuchaba Skape. Sin alias, eran las de la casa de Kleefeld. De una lesbiana que se traía la novia los fines de semana y nos lo avisaba antes por si nos importaba, y que en la selección de compañero de piso haría varias tandas de entrevistas, la segunda de ellas individual. Su tarjeta de presentación fue una cagada de pájaro en el hombro al ritmo de un seco y compasivo "Hallo". Alias: la ogro. Salva, nos seguimos compadeciendo de tus 20 horas de entrevista...

Otra visita: la casa de unos hippies que amaban hablar inglés y que eran habituales del Glocksee. O una residencia que parecía ser una especie de secta, aunque en Internet pusieran que era un piso compartido por 115 euros al mes. Para los curiosos, un año después han vuelto a poner el mismo anuncio, y casi vuelvo a caer en la trampa. Visitamos también a una ancianita que con sus 80 años buscaba un compañero de piso tranquilo y amigable. Y a un par de alemanes que usaban el altillo-cama del pasillo para que durmieran los invitados y, cuando estaba libre, para subir a fumar. En los momentos punta llegábamos a visitar 5 o 6 pisos por día, algunos días tuvimos que faltar a clase de alemán.

Uno de los días teníamos una pausa de una hora entre piso y piso: no nos salía a cuenta ir directos al siguiente ni volver a casa, tampoco nos daba tiempo de tomar un café o sucedáneo. De repente nos vimos los tres sentados en un banco de la plaza de Steintor. Estábamos exhaustos, comentando lo absurdo del momento y metiéndonos con los habitantes de las casas que habíamos visitado. Era una escena ideal para la película Los lunes al sol, porque encima era lunes y estábamos al sol. En aquél momento hizo gracia la tontería, pero la cuestión es que (conectar música melancólica de fondo) desde ese día siempre que paso por ese rincón de la plaza me acuerdo de las penurias de septiembre, siempre me acuerdo de los Lunnis al sol.

(fuente: web oficial de los Lunnis)

martes, 21 de agosto de 2007

Supervivencia

Al fin, la segunda semana Erasmus llegó. Algunos ya habían empezado a mirar piso desde el primer día (Alice estaba al borde de la depresión por no haber encontrado piso la primera semana), pero la mayoría no nos dimos cuenta hasta ese momento de lo que pasaba: si no encontrábamos algo en 20 días nos quedaríamos en la calle, y no precisamente de fiesta. Así que para el tema piso ya se formaron grupitos más pequeños, al más puro estilo "supervivencia", y los que íbamos con nivel básico de alemán las pasaríamos bastante canutas. Sara me echó un par de cables con el alemán, en vista que me era imposible entender al señor Horsch hablando a toda pastilla. Y si le entendía algo, lo impensable era poder pedirle "en tiempo real" a-qué-hora-le-iba-bien-quedar-para-enseñarme-el-piso-porque-quería-alquilar-una-habitación.

Eso sí, podía decirle que mi lieblingsfarbe era el azul, que me heisseaba Jaume, que era 24 Jahre alt y que kommía aus Barcelona. En vista que a los caseros y Mitbewohners de Hannover no les interesaba mi color favorito ni mi forma de pronunciar los números en alemán, y para no agobiar más a mis compañeros de residencia, que suficiente tenían con buscar algo para ellos, decidí optar por los e-mails. Eso me limitaba aproximadamente a la mitad de las ofertas, y retrasaba el tiempo de respuesta aproximadamente a mucho mucho.

Pero dentro de lo que cabe hubo suerte, de aproximadamente 5 mails enviados uno me respondió quedando para el sábado, y otro para decirme una frase que poco a poco iríamos interiorizando, piso tras piso: es ist schon weg (vamos, que no).

Esa semana fui con Jordi a informarme sobre los proyectos de fin de carrera, no nos fuera a pillar el toro con eso también... Pude conocer por fin a la señorita Zapater, la encargada de los estudiantes internacionales en el campo de las telecos. Originaria de... Valencia. Curiosamente, ofrecía un par de proyectos, pero eran muy orientados a solo telemática y en principio no era eso lo que me interesaba. Me dio las pautas para seguir buscando otros temas, y a qué departamentos ir para cada uno. Con un poco de suerte podría encontrar algo rapidito y ponerme ya con el proyecto. Pero de momento lo importante era no quedarse en la calle: seguíamos sin piso.

La semana iba pasando. Ya teníamos el primer examen de alemán, en que todos sacaríamos notazas (pero yo seguía sin poder hablar con Herr Horsch). Los del grupo avanzado de alemán empezaron a odiar a su profesor Auditor, los del grupo básico seguíamos idolatrando a nuestra amada Perrine (léase con acento alemán o francés, no quisiera herir sensibilidades por culpa de una mala lectura de este bonito nombre).

Uno de los días nos tocó ir de cena con una amiga de Salva (tortilla de cristipatatas). En las siguientes fotos se observa claramente el concepto "uno trabajando y los demás mirando"; de hecho, aquí comenzó la verdadera adopción de Rachel como la séptima española de la Bischofsholer Damm. Fotos de la cámara de Cris.



Eso sí, los platos los fregábamos entre todos, por turnos/por días. Pero seguíamos sin piso. Las actividades organizadas seguían abundando: un individuo con traje medieval nos enseñó la ciudad de pe a pa, incluso rincones que no hemos vuelto a ver. La ciudad se nos hacía grande y todo... Foto de Alexis:


Era muy bonito. Pero seguíamos sin piso. Rectifico: Salva y Cristina (uno de los minigrupitos que comenté antes) habían encontrado el piso perfecto: relativamente barato, a 5 minutos del edificio principal de la Universidad, a 10 minutos del centro, con compañeros alemanes, habitación gigante y casi totalmente amueblada... Pero lo habían mirado entre los dos y se lo jugaron a cara o cruz. Y efectivamente: a Cristina le cambió la cara cuando ganó, mientras que Salva tuvo que cargar con la cruz de haber perdido la habitación perfecta.

Domingo

¡Domingo! ¡Resaca!

¡Fútbol!

La primera actividad extraoficial Erasmus que no implicaba beber cerveza estaba programada para ese mediodía. Partido de fútbol, para futboleros y no futboleros. No hay mucho que decir, sólo que los que no jugábamos nos pudimos pegar la siesta padre, al rico sol alemán. Soy pesado con lo del sol, pero al cabo de una semana ya empezaba a resultar raro tanto calor. Como el fútbol no es interesante pondré fotos de las gradas. Foto by Sara.


A continuación la foto del fichaje estrella, by Cris:


Y ahora que me lo he pensado mejor, un par de fotos del terreno de juego (by Cris).



Y después de este absurdo paréntesis para poner fotos de un partido de fútbol, vayamos al grano con las verdaderas primeras penurias del Erasmus. Sólo había pasado una semana, pero por esas cosas de la vida ya se acercaba mitad de mes (es lo que tienen los meses pequeñitos que empiezan el día 4). El día treinta nos echaban de la residencia que teníamos reservada durante el curso de alemán: ¡A la calle!

Bien, no hacía falta alarmarse, había mucho tiempo por delante. Lo que no había era la soltura con el idioma (ni mucho menos), lo que faltaban eran los conocidos nativos a los que preguntar, lo que no teníamos eran las referencias sobre dónde y cómo era mejor empezar a buscar, ni la experiencia buscando piso, ni la disponibilidad horaria... Ni el conocimiento de la ciudad. Y para los casos "fáciles" no había valor para pagar 600 euros de fianza. Aparte de eso, todo eran condiciones favorables. Pero eso, es otra historia...

lunes, 20 de agosto de 2007

Turismo

Para los despistados, nos encontramos aún en el final de la primera semana de Erasmus. En cuanto mi memoria flaquee podré ir más rápido con mi "historia", pero de momento os aguantáis.

Primer sábado con la Familia Erasmus. La asociación de estudiantes internacionales organizaba una visita al Rathaus. La asociación de estudiantes anglohispanos-germanoparlantes (uséase, el pack 6+1 ya comentado) decidió unirse al evento. Nadie se había fijado bien en la hora a la que había que estar frente al Ayuntamiento, así que todos hicimos caso a Radio Makuto; no sé quién dijo la hora, el caso es que los otros 6 le hicimos caso sin asegurarnos mirando el papelito, como buenos seres desorientados que se fían de todo lo que les dicen. Resultado: llegamos al lugar de encuentro, pero lo hicimos una hora después.

Entramos a ver si los encontrábamos aún, pero quizás seguíamos sin estar acostumbrados a la mentalidad alemana: si no estás a la hora, me voy (no esperes que te llame ni que me preocupe, es tu problema). Decidimos ir por nuestra cuenta y subir a la cúpula: cobraban 2 euros. "¡Ya iremos otro día!". Paseo por los jardines y lagos del ayuntamiento. La foto de rigor, gentileza de la cámara de Salva:


Como se puede observar, el tiempo seguía siendo muy típico de Alemania. Lluvia, nieve, viento. Después de esta foto hubieron varias pneumonías, pues tuvimos que desprendernos de nuestras bufandas y chaquetas de pluma para poder salir más sexys en la foto.

Al volver, los Erasmus responsables y puntuales ya habían salido. Pudimos observar la primera despedida de soltero alemana. Luego dicen que Spain is different... ¡Pues Alemania es verschiedene!


Por la noche, fiesta. Es posible que en próximos posts me ahorre esta coletilla ("por la noche, fiesta"), pues se convirtió en una especie de rutina cuya única finalidad era serenar nuestro estresante ritmo de vida, resultado del gran esfuerzo mental y el duro trabajo que desempeñábamos a lo largo del día.

martes, 31 de julio de 2007

Jaumalfombra con Tekila

Generalmente, quien tiene un amigo tiene un tesoro. Pero si se está de Erasmus, quien tiene un amigo tiene una alfombra. Porque a veces pasa que te encuentras a tu exvecino vietnamita en la parada del tren y te invita a visitarlo esa misma tarde para regalarte una alfombra que ya no va a usar, pues se ha comprado una nueva. Y por suerte tienes a un César de Madrid al lado que te acaba traduciendo lo que te han dicho, ante tu cara de estupor e impotencia idiomática, típica de la primera semana.

Como comenté, a partir de este momento no puedo especificar días concretos porque los recuerdos quedan diluídos (evidentemente, no especificaré el medio en que quedan diluídos). Sólo sé que volvimos unos cuantos días al bar de los vinilos colgados del techo, y que nuevamente se sacaron fotos curiosas, como ésta de la cámara de Salva:

Ese fin de semana fuimos a un sitio que se llamaba Osho. Se llamaba así porque por osho euros te podías pedir unas cuantas cervezas y porque el concepto alemán de "entrada con consumición" significaba que al día siguiente a las osho te invitaban a un café. Sé que en el fondo echáis de menos mis gracietas absurdas, por la misma razón que yo echo de menos jugarme la vida cada vez que cojo la bici para desplazarme por las españas. Sí, nuestra cara al ver "Te invitamos a un café" escrito en la entrada del disco-bar era un poco de fábula. A continuación, una de las fotos que hizo Salva en el susodicho antro: efectivamente, ya éramos como de la familia.

Por culpa del "síndrome del primer bar", un principio cuya veracidad quedaría demostrada meses después por los nuevos Erasmus de abril y sus reticencias para ir a Zaza, no volveríamos a pisar ese sitio en todo nuestro tiempo en Hannover. Una lástima.

martes, 10 de julio de 2007

Gran Erasmus

Paradójicamente, el primer miércoles del Erasmus no salimos hasta tarde, creo que fuimos yo y César (los desertores del final de la noche anterior) a tomar algo con el resto de desertores, y prontito para casa. No conocíamos Zaza, no conocíamos Phönix (a la mayoría ya os he hablado de esos sitios, pero volveré a contar detalles cuando llegue el momento). Pobrecitos. Así que el jueves fue el primer día de asistencia masiva a las clases. Tengo que remarcar que desde que empezó oficialmente el Erasmus todos los días había hecho sol. Sol de verano, sol de pasar calor en manga corta. Algo temporal, suponíamos todos. Pronto llegarían los vientos polares, las lluvias día sí día también, las blancas nieves y la señorita Rottermeier. O eso suponíamos.

El Mensa era ya nuestro pan de cada día. Las clases de alemán empezaban a complicarse por momentos: nos anunciaron el primer examen para la semana siguiente. Eso era un intensivo y lo demás tonterías. Ahora ya teníamos a papá Jordi que nos acompañaba en coche a los sitios, a mamá Cristina que nos preparaba ricos manjares (véase foto adjunta), al tito Salva y tito César que nos proponían actividades, a la tata Sara que nos ponía a raya para que no nos durmiéramos, a la tía Rachel que nos obligaba a hablar alemán, al Jaume que contaba chistes malos... A continuación, foto familiar (faltan Rachel y Salva, que hizo la foto).


Era el principio del Gran Erasmus, oh qué bonito qué precioso (ehem). Tantas horas juntos nos daban para criticar a los vecinos, para conseguir que la máquina de las lavadoras no se tragara 50 cents por la cara, para hablar sobre los curiosos wáteres con posa-Scheisse incorporado (no tengo fotos, por suerte), para escuchar curiosas leyendas sobre peluquería acuática-casera-oriental, para abrirnos una cuenta en Deutsche Bank, para comprarnos una tarjeta de móvil O2, para "anmeldarnos" en Hannover (registrarse como residente, tal como se nos recomendó), para salir día sí y día también, para descubrir nuevos formatos maquiniles tabaquiles...

(foto by Jordi)

...y, lo más importante, para descubrir que Alemania era un país tropical, dijeran lo que dijeran.

(foto by Cris)

miércoles, 4 de julio de 2007

Darta-Rachel y los seis Erasmosqueteros

Tercer día: las primeras bajas en combate fueron notificadas a la corte del Ray (pronúnciese "rey", es el nombre del londinés-asiático). La clase de alemán se redujo aproximadamente a la mitad de gente. Los que nos habíamos retirado a tiempo el día anterior, no sin esfuerzo ni valor (y unas cuantas neuronas menos), conseguimos ir a visitar a nuestra querida Perrine. Hubieron bajas por imposibilidad, por negligencia, por fallos técnicos... Pero los que nos quedamos pudimos degustar los manjares de la cafetería de la planta 14, por tercer día consecutivo.

El Mensa pondría toda la información sobre la Mesa: la fiesta había acabado con violaciones, asesinatos, drogadicciones y suicidios colectivos. Me había escapado de una buena. Por suerte, la bendita comida de Mensa se ocuparía de las resurrecciones, desintoxicaciones y tratamientos psicológicos oportunos. Ahora nos llevábamos más con Rachel y los polaquitos que con los demás Erasmus, Alice y John se habían ido un poco por su lado. Así, el spanish team con la inglesa Rachel a la cabeza se dirigió al centro de operaciones Bischosholer Damm.

Quién lo iba a decir, 4 españoles y una inglesa, y todos hablando en inglés o alemán entre nosotros. Jordi aprovechó el factor coche para proponer un viaje a algún hipermercado cercano. Nosotros aprovechamos el factor coche de Jordi para irnos con él. El azar aprovechó el factor coche de Jordi unido al factor hipermercado para hacernos caer en alguna que otra novatada más, como por ejemplo el comprar azúcar pulverizado o agua con gas creyendo que comprábamos azúcar "a secas" y agua "a secas" (perdónese la absurdidad de la expresión "agua a secas").

Ya teníamos comida. Mucha comida. Decidimos ponerla toda repartida entre mi armario y el de Sara (éramos los únicos que vivíamos en la misma planta: teníamos dos armarios donde guardar cosas, ¡Qué lujo!). Además, yo tenía ya cosas para la cocina y 3 platos con los que intentaríamos apañarnos. Ya no seríamos dos sino... ¡Cinco! ¿Cinco? ¡No! (uff cómo agotan los signos de apertura "¡" y "¿"...). Pues eso, no!! Esa noche llegaban dos nuevos inquilinos, que serían aceptados en nuestro nuevo gueto desde el primer minuto. Don Salva y Doña Cristina. Como me ha dado por poner las primeras impresiones de todos, esta vez no será menos. Salva se puso a hablarnos como si nos conociera de toda la vida, no parecía afectarle el factor "no os he visto jamás". Cristina sí parecía cortarse un poco, pero lo demostraba en forma de risa compulsiva, así que en realidad no se le notaba tanto. En cualquier caso, al cabo de una hora de estar con ellos éramos ya como de la familia.

No podía creer que 3 días antes fuera todo tan monótono, no podía creer que una semana antes estuviera en Barcelona sin tan siquiera haber empezado la maleta (sí, la hice el día antes, como el que se va un par de días a Londres). Parecía llevar meses en Alemania. Pero ahora ya estábamos todos: desde ese momento y hasta final de nuestra estancia en Bischos seríamos la familia Erasmus: el papá (indeterminado), la mamá (Cristina) y los 5 hijitos. O para los forofos del tema, el Gran Erasmus acababa de empezar sus emisiones. Éramos siete. Sólo podía quedar uno...

martes, 3 de julio de 2007

Jaumultikulturell

Sartén estrenada. Parece mentira que en esos días me hubiera alimentado de bocadillos y picoteo por los sitios. Pero con una nueva vecina (sí, antes tenía vecinos, pero cenaban a las 5,30 de la tarde) ya no dolía tanto ensuciar la sartén. ¡Tortilla! Prisas... ¡Bocadillo de tortilla! Y a comérselo por el camino. Mi gozo en un pozo, otro día más a base de bocadillo. Igualmente llegamos tarde, iniciando ya el segundo día la leyenda de los españoles y su extrema puntualidad.

Pero no fue para tanto, a las nueve estábamos ya en un bar, del que no escribiré el nombre principalmente porque no me acuerdo. Pero que no cunda el pánico, pues de ese día data la primera foto que tengo, gentileza del recién llegado Jordi.

De izquierda a derecha: Kasia, Radek, Fred, John (suizo), Alice, César, Sara, Szymon, Michal, Alexis, Timo y un servidor. Y como invitadas de honor, las Franziskaner Weissbier (cerveza de trigo, se acabaron los Kellogg's). El dueño del local no parecía estar acostumbrado a recibir tanto consumista de golpe. Nos perdonó la invasión, el desplazamiento compulsivo de mesas, el uso indiscriminado de posavasos como fichas multilingües: te amo, je t'ame, t'estimo, t'estime, i love you, ich liebe dich, ci kochać,... Es más, ese día nació un nuevo término estándar del Erasmus: Rakastella, o lo que en finlandés equivale a "to fuck". A partir de ese momento todas las gracietas irían acompañadas de rakastella por aquí, rakastella por allá. También nació el brindis oficial del erasmus, el "Kippis" (finlandés también). Otras expresiones como el "kurrrba" polaco estaban aún incubándose en nuestros cerebritos: poco tardarían en ser asimiladas. Ese día creo recordar (si no, al día siguiente) que hubo fiesta en casa del polaco salido y el brasileño surfero. Yo me uní al grupo de los desertores, en vista de un panorama tan prometedor.

Si consigo acordarme de pedírselas a Alexis, adjuntaré las fotos de los posavasos políglotas. No tienen desperdicio.

¡Fotos conseguidas! Sólo visibles para los que lean el blog por primera vez o los [locos] que lo relean. Ahí va:

lunes, 2 de julio de 2007

Jaumadrugón...

Con tanto canto y tanta cerveza las neuronas se utilizaron más de lo normal. Los polaquitos y alguien más (lagunas mentales...) se fueron andando a su Callin y el equipo "Bischos" volvimos a nuestro amado nuevo hogar alemán. Para muchos era su primera noche en Alemania. Para mí sería mi primera resaca alemana.

Ocho de la mañana. No todo lo que brilla es oro. Y mucho menos la pantalla del móvil cuando éste se puso a sonar. Mi cabeza había aumentado su densidad, pesaba 3 veces más. ¡Qué pereza! A clase, se ha dicho. Creo que habíamos quedado unos cuantos para ir a clase juntitos, oh, qué bonito.

Hubo movimientos de grupo avanzado-grupo básico de alemán, se ve que el avanzado era demasiado avanzado, y el básico demasiado básico. Nuestra profesora Perrine ya se situó el segundo día en su correspondiente posición de mito erótico de media clase. Por desgracia no nos daría clase todos los días. Pasaron lista: había un Jordi entre nosotros. Un nombre no muy inglés, no muy francés, no muy irlandés. El alicantino más dicharachero había aparecido. Hacía teleco, venía también a hacer el proyecto, y no había podido llegar el primer día porque su ruta Alicante-Hannover en coche había durado un poco más de lo esperado.

Mensa. Esta vez sí. Pudimos saber al fin qué se siente comiendo un bol de ensalada por 40 céntimos, un plato de carne o pescado por 1,30 euros, un bol de arroz o pasta por 40 céntimos. Todos habíamos comido en sitios baratos, pero esto nos superaba. Eso sí, los primeros días no conocíamos las normas del buen alemán (un par de bolsas de plástico, como ya dije, y una botella llena de agua en la mochila), así que... ¡Tuvimos que pagar la bebida! La botella de agua costaba 50 céntimos, ¡Qué escándalo! Tomamos asiento y nos comimos esos deliciosos manjares, dejando el misterio de los precios para otro momento. Aprendí que "coñ" en polaco significa caballo, y otras muchas cosas útiles. Éramos más que el día anterior. No hubo café.

Evidentemente, la noche estaba ya planificada. Um acht Uhr im Kröpcke.

domingo, 1 de julio de 2007

Jaumanfang...

El primer día tuvimos suerte: no llegamos a tiempo para alimentarnos en el Mensa propiamente dicho. En su lugar comimos en la cafetería, creyendo que era el Mensa, y aventurándonos incluso a decir "Pues no es tan barato...". Inconscientes... Siempre nos quedará el consuelo de Colón y sus Indias.

Al cúmulo inicial se había añadido Radek y Kasia, los dos polaquitos, y Sara había desaparecido del mapa. Más tarde se unieron otros erasmus, a los que ya no identifico (demasiada gente para aprenderse en un día). Ahí ya se difumina todo, supongo que por agotamiento mental en aquel momento. Lo que está claro es que al despedirnos quedamos para salir esa noche, aunque estuviéramos todos muertos de sueño. Había un bar irlandés que según Radio Makuto tenía precio de estudiante para la cerveza los lunes y viernes. Total, por un día... Además, ¡era el primer día oficial de erasmus! ¡Por qué no ir! Um acht Uhr im Kröpcke Uhr!! (a las 8 en el reloj de Kröpcke). Una frase que quedaría para la posteridad, pues no nos cansaríamos de oírla y repetirla.

Hasta las ocho teníamos tiempo de sobras. Fui a notificar mi mudanza a mis ex-vecinos y los planes de Karaoke a mi nueva vecina (sí, el bar irlandés era un karaoke...). Siesta. Partida de cartas. Tranvía. Puntualidad europea. Baguettes: sería el único día que comeríamos algo en ese bar, pero no el único día que iríamos. Aproximadamente volvería a ir 40 veces más, siempre en lunes.

La cosa seguía como por la mañana, sólo que ahora con cervezas de trigo de medio litro (Weissbier!!). Todos hablando con todos, rondando por el bar: no había "grupitos". Era el Dublin Inn, desde ese día el punto de encuentro de los erasmus, lunes tras lunes. Cerveza, escenario para cantar, gente nueva... Rachel la inglesa que hablaba rapidísimo, Alexis el francés que hacía fotos, John el inglés muy inglés, Fred el francés muy francés, Michal el superpolaco, Szimon el polaco que no parecía polaco, Ray el inglés que todos pensábamos que era de China, Timo el finlandés calmado y divertido, Andreas el polaco salido, el brasileño tiracañas, Margarita la búlgara fotogénica, Adriana la rumana de mirada fija, Ilona la finlandesa muy finlandesa... Menos ir al lavabo y pocas cosas más, a partir de ese momento lo haríamos todo juntos.

Quizás con quien más hablamos fue con Rachel y los polaquitos. Rachel vivía también con nosotros en Bischosholerdamm (fuera del mapa), y los polaquitos vivían en Callinstrasse. Más tarde nos lo contarían: la "Callin" era una de las mejores residencias de Hannover, y hasta el año anterior los Erasmus iban allí de cabeza. Pero a lo largo de los dos años anteriores algunos erasmus españoles habían involucionado lo suficiente como para llenar una lavadora de botellas de cerveza hasta reventarla, lanzar sillas balcón abajo, lanzar bicis balcón arriba, y pasar el rato de otras muchas originales maneras. Supuestamente las gamberradas eran cada vez más gordas, incluso las que hacían los no-españoles para luego acusarlos a ellos (de perdidos, al río). La pelota se hizo tan grande que al final explotó. En España habrían buscado a los responsables y les habrían hecho comprar otra lavadora, o habrían subido los precios de la residencia para que todos pagaran los estropicios de unos pocos. Pero estamos en Alemania, y como buenos alemanes quisieron cortar el problema de raíz. ¡¡No más españoles en la Callin!! Cogieron el mapa de Europa, lo partieron por la mitad, y recolocaron a los erasmus del año siguiente (nuestro año). Los del Este a la Callin, los demás fuera del mapa. Y así fue: ningún español volvió a pisar Callinstrasse, por los tiempos de los tiempos.

¿Seguro? ¿Ninguno más? Quedan aún muchos posts para saber la verdad...

miércoles, 27 de junio de 2007

Jaumensa

Hay momentos en la vida que uno sabe que son importantes, y éste era uno de ellos. Y es que, aunque en aquél momento no fuéramos conscientes, un proceso de mutación alemanizadora estaba a punto de iniciarse en nuestros cuerpos. Las combinaciones gastronómicas que en esos oscuros habitáculos se concebían, con la insignia de Mensa en cada uno de sus ingredientes, no eran fruto de la casualidad. Todo estaba calculado. Esas salsas fosforescentes, esa bebida isotónica con gas cuyo recipiente indicaba explícitamente "sin gas", esas aguas en tetrabrick, esas mezclas con la comida del día anterior como ingrediente principal, ese olor impregnado en nuestras ropas incluso después de tres lavados... Nada de eso era casual, nada.

Sin darnos cuenta, acabaríamos cruzando los pasos de peatones sin miedo a ser atropellados; acabaríamos mirando con pánico el carril bici antes de cruzar; seríamos partícipes de un atasco de bicis a las ocho de la mañana; saldríamos con una sonrisa de imbéciles a la calle los días de sol, aunque tuviéramos mil cosas que hacer; acabaríamos bañándonos en el lago cuando hiciera calor; diciendo buenas tardes a las once de la noche y buenos días a las tres de la tarde; finalizando las frases en "oder?" y afirmando con "genau", incluso al hablar en nuestros idiomas maternos; pondríamos las "comillas" empezando por ,,abajo"; no nos escandalizaríamos cuando nos dieran codazos por la calle sin pedir disculpas; compraríamos bratwurst a personas con una mochila-parrilla y un paraguas de colorines, sin pensar que eso es ridículo; comeríamos helados por la calle a temperaturas bajo cero; compraríamos, por fin, artículos absurdos en el Lidl; no nos emocionaríamos como niños cada vez que se pone a nevar... Bien, esta última tendremos que excluirla de la mutación alemanizadora, por cuestiones de cambio climático. Cuando ves que nieva más en Barcelona que en Hannover empiezas a entender el porqué de las archiconocidas expresiones "¡¡Estás más tostado que un alemán!!" o "¡Para el calor, un bratwurst!". Incluso se rumorea el lanzamiento del tema "Merkel-reguetón" para el año próximo. Será cuestión de esperar.

domingo, 24 de junio de 2007

Jaumerasmus

Realmente podemos dividir el Erasmus en dos grandes partes. Los 4 primeros días, y el resto.

4 de septiembre, 2006. 7.30 de la mañana. Un kiwi? Venga. A madrugar nuevamente, qué cara debía llevar... Hablando de cara, casi olvido que el viernes anterior había quedado con Johannes nuevamente para comprar el billete mensual de transporte público. Entrar al metro sin "picar" el billete es algo a lo que no estamos muy acostumbrados en Spanien.

Johannes ya me había indicado cómo llegar a la Universidad, y dónde estaba la oficina de relaciones internacionales. Ahora sólo faltaba no perderme. Efectivamente, no me perdí para llegar. Enfrente del edificio habían dos personitas con dos hipermaletas. Era evidente que eran Erasmus, y que esperaban lo mismo que yo. Después descubriría que eran Radek y Kasia, dos polaquitos que estaban como un cencerro. Pero yo no había desayunado, y había venido con mucho tiempo para comer algo por ahí. Intenté llegar a la zona que me había llevado Johannes para las cervezas, pero no lo conseguí. Había algún bar por el camino, pero estaba cerrado todavía. Vuelta atrás, a ver si encima vas a llegar tarde.

Ya había alguien más, las dos personitas seguían fuera muriéndose de frío, y dentro había una chica de aspecto más mediterráneo que todo lo que llevaba viendo desde hacía 5 días, y una chica de origen indefinido con un libro, a lo suyo (luego descubriríamos que era Erin la americana, y que ella y su libro seguirían todo el Erasmus igual). Sólo quería un poco de descanso mental y poder hablar algo de castellano, con un poco de suerte sería española... Le pregunté si era allí lo del Francesco Ducatelli, pregunta estúpida cuyo único objetivo era escucharle la voz y ver de dónde era el acento. ¡Casi! Era italiana, se llamaba Alice, y nunca paraba de reír. Nos podíamos entender perfectamente en Spanisch-Italienisch, que vivan las lenguas románicas.

Al fin llegó un alemán con sonrisa diabólica y nos invitó a pasar. Empezó a llegar la gente. El alemán diabólico nos preguntaba de dónde éramos, por qué habíamos venido a Hannover, etcétera. Hablaba rapidísimo. Yo que pensaba que sabía alemán con mi mes de clases... Se llamaba Auditor y me daba miedo. Durante un rato, seguimos hablando los tres (Alice, yo y mi estómago). Al rato aparecieron dos alemanas y el gran Ducatelli. Era un nombre ya tan familiar (por los mails pre-erasmus de información y preguntas varias, la mayoría sin respuesta...) que estoy seguro que todos deseábamos conocerlo en persona. Estábamos en un aula más bien mediana, y representa que ahí tenían que caber todos los Erasmus. Todos los Erasmus y las galletitas con café!!!! Al fin!!! Desayunooooo!!!!

Fue entonces cuando Ducatelli vino a mí. Necesitaba hablar algo conmigo a solas. No me habló de la familia. Me comentó que había una pareja de polacos que querían estar en habitaciones contiguas porque se querían mucho mucho. Y la de al lado de la polaca era mi habitación (o al revés). Así que si no me importaba (y si no también) me cambiaba de habitación, a la planta de arriba. Cuando tuviera la mudanza hecha, ya le llevaba la llave. Para que luego digan que hay que deshacer la maleta nadamás llegar a los sitios: por suerte tuve una mudanza rapidísima, y encima subí de nivel (una planta!!). Es más, el primer día oficial del Erasmus ya tenía dos llaves en mi bolsillo (los que sigáis leyendo el blog por los tiempos de los tiempos veréis por qué lo digo). Crucé algunas palabras más con Alice hasta que llegó John el suizo. Tenía aspecto de suizo, porque era el único suizo que había visto en mi vida y por tanto todos los suizos que conocía eran como él. Monopolizó la conversación, al principio dirigiéndose a ambos y luego a Alice en italiano. Así que me fui a visitar a los que creí que serían la pareja roba-habitaciones. ¿Por qué? Porque parecían ser pareja y parecían ser polacos. Galletita por aquí. Les eché la bronca en clave de humor pero no me entendieron. Se lo expliqué y me entendieron, pero ya no tenía gracia.

Ducatelli reapareció, y nos animó a sentarnos. Galletita por allá. Empezaron a proyectar diapositivas y nos dijeron lo que ya sabíamos, pero en alemán para que Jaume no lo entendiera. Luego me enteré que casi nadie entendió nada. Mal de muchos consuelo de Jaumes. Empezó a desfilar gente por allí, que si de la asociación de estudiantes internacionales para llevarnos a actividades interesantísimas, que si los profesores de alemán (el alemán diabólico era el del nivel avanzado, bieeeeeeeen); que si había que llevar la documentación y pagar el curso... Empezamos a rellenar papeles y nuevamente a hablar un poco con todos. Y a comer más galletitas. Nos pusimos a dibujar mapitas situando dónde vivíamos, con Alice la italiana y John el suizo. Galletita.

De repente apareció un individuo moreno y delgado, de faz amigable y expresión tranquila. Era César, y nos comentó que nos había oído hablar español, que de dónde éramos. Alice se partió de risa y dijo que era italiana pero que yo sí que era español. Él era de Madrid, y estudiaba arquitectura. Lo mejor de empezar el Erasmus: quieres conocer a todo el mundo y todo el mundo te quiere conocer a ti. Las ventajas: siempre empiezas la conversación de la misma forma, presentándote y preguntando lugar de procedencia, y a partir de ahí viendo lo que sabes de ese país o ciudad, y contando chorradas sobre el tuyo. Unas 3 horas de conversación sin tener que pensar mucho: eso ni en la mejor de las familias. Galletita.

A partir de ahí, todos a hablar con todos. Los que nos habíamos conocido a primera hora ya éramos como de la familia, los demás... Primos lejanos! Hubo una nueva incorporación hispanoparlante: Sara, de Valencia, traducción e interpretación. Una chica de aspecto serio y responsable y de mirada penetrante, que decía muchas tonterías y pestañeaba compulsivamente. Nos quedamos un buen rato el cúmulo inicial (como en los chistes, un barcelonés, un madrileño, una valenciana, una italiana y un suizo). Galletita (la última). Vivíamos en la misma residencia. Sara era mi vecina de planta (de la nueva planta). Peligro, peligro, todo el mundo me lo había avisado: ¡¡No te juntes con españoles, que no aprenderás alemán!! Por suerte luego nos dispersamos nuevamente.

Para variar, me quedé en la luna deambulando por ahí y presentándome a la gente (sí, suena ridículo, pero era lo que íbamos haciendo todos, instintivamente supongo). Tan alelado me quedé que un poco más y no pago, cuando todos se iban a ir me di cuenta que me había olvidado de pagar. Aunque quedándome el último hice el camino hacia la clase con la profesora (Perrine), y obtuve información privilegiada: íbamos a jugar a pelota en la primera clase! Sí, tenía su lógica, te pasan la pelota casi de repente y tienes que pensar rápido en decir cómo te llamas, tu país, tu edad, en alemán. Y así fue. Ich bin Jaume, ich komme aus Spanien... Bien, no voy a describir la clase.

Éramos un buen surtido Cuétara, de todos los países, de todas las carreras. Me gustaba. Después de la clase nos dirigimos hacia el Mensa, ese sitio del que tanto habíamos oído hablar, el de la comida a precios de risa. (...)