miércoles, 22 de agosto de 2007

Los Lunnis al sol

Coincidencias. En una de las cenas que nos cocinó mamá-cristina nos dimos cuenta que el siguiente sábado por la mañana habíamos quedado Salva, Jordi y yo para ver el mismo piso. Decidimos unir esfuerzos y ponernos de acuerdo con el chico del piso para ir los tres a la misma hora. Es más, a partir de ese momento decidimos buscar y ver todos los pisos juntos, dejando que decidieran con quién de los tres se quedaban. Si les daba igual, lo haríamos a suertes. César, Sara y Rachel iban más por su cuenta, en principio no tenían tanto problema con el alemán. Cristina ya no buscaba piso (pronúnciese en tono envidioso).

Sábado. Planta baja en un barrio "periférico" (por decirlo finamente). Si hubiéramos estado en España, no habríamos ni entrado. Pero como los alemanes son tan supermegaeficientesdelamuerte y los ladrones y psicópatas están en peligro de extinción (sólo quedan ladrones de bicis) le dimos un voto de confianza al pisito. Dos alemanes y una alemana, la habitación era grande, el suelo de tarima. Los alemanes, muy simpáticos. Nos dieron una semana para decidir. Más tarde nos daríamos cuenta que la zona era genial, el precio era genial, los compañeros de piso eran geniales. Pero al ser primerizos y encontrar el piso en una zona tan desangelada tardaríamos unos días en llamar (no llegó a la semana, pero de todas formas ya lo habían cogido)... ¡Genial!

A partir de ese momento el número de pisos vistos por día crecería exponencialmente. Salva era nuestro portavoz (era con diferencia el que más alemán sabía de los tres). Jordi y yo éramos el apoyo logístico. Mi PDA sin antena era el apoyo cartográfico. El billete de transporte público integrado, nuestra salvación.

Si en la variedad está el gusto, podemos decir que esos días fueron "exquisitos": hubo de todo. Estuvimos en casa de un chino que nos decía que si pensábamos que la habitación era una mierda (eine Scheiße) se lo dijéramos en ese momento. Alias: el chino. En casa de una chica joven envejecida por la mala baba, que decía que la sala era suya pero que dependiendo del día nos podía dejar ver la tele con ella. Alias: la sargento. En casa de unas alemanas que tenían una cama galáctica llena de lucecitas de navidad. Alias: las de la cama interestelar. De unos alemanes muy alemanes que iban a juego con su casa de diseño neosurrealista. Alias: los Rammstein. De una jovencita que escuchaba Skape. Sin alias, eran las de la casa de Kleefeld. De una lesbiana que se traía la novia los fines de semana y nos lo avisaba antes por si nos importaba, y que en la selección de compañero de piso haría varias tandas de entrevistas, la segunda de ellas individual. Su tarjeta de presentación fue una cagada de pájaro en el hombro al ritmo de un seco y compasivo "Hallo". Alias: la ogro. Salva, nos seguimos compadeciendo de tus 20 horas de entrevista...

Otra visita: la casa de unos hippies que amaban hablar inglés y que eran habituales del Glocksee. O una residencia que parecía ser una especie de secta, aunque en Internet pusieran que era un piso compartido por 115 euros al mes. Para los curiosos, un año después han vuelto a poner el mismo anuncio, y casi vuelvo a caer en la trampa. Visitamos también a una ancianita que con sus 80 años buscaba un compañero de piso tranquilo y amigable. Y a un par de alemanes que usaban el altillo-cama del pasillo para que durmieran los invitados y, cuando estaba libre, para subir a fumar. En los momentos punta llegábamos a visitar 5 o 6 pisos por día, algunos días tuvimos que faltar a clase de alemán.

Uno de los días teníamos una pausa de una hora entre piso y piso: no nos salía a cuenta ir directos al siguiente ni volver a casa, tampoco nos daba tiempo de tomar un café o sucedáneo. De repente nos vimos los tres sentados en un banco de la plaza de Steintor. Estábamos exhaustos, comentando lo absurdo del momento y metiéndonos con los habitantes de las casas que habíamos visitado. Era una escena ideal para la película Los lunes al sol, porque encima era lunes y estábamos al sol. En aquél momento hizo gracia la tontería, pero la cuestión es que (conectar música melancólica de fondo) desde ese día siempre que paso por ese rincón de la plaza me acuerdo de las penurias de septiembre, siempre me acuerdo de los Lunnis al sol.

(fuente: web oficial de los Lunnis)

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