viernes, 3 de octubre de 2008

Check-in

Erasmus: conocimiento de otras culturas. Para bien, y para mal. Empezaré con la introducción histórica. Bienvenidos a los reportajes de La Dos.

En Hong Kong no hay costumbre de beber alcohol. Hay excepciones, pero son en general los "guiris" de ojos no-achinados los que mantienen el negocio de los bares de copas en la región. Luego empiezas a googlear y ves que sí, que la mitad de los chinos poseen una versión de la enzima que se encarga de metabolizar el alcohol, una versión que es mucho más intolerante con éste que la que pueda tener el individuo que está escribiendo el blog, o el que lo está leyendo.

En cualquier caso lo habíamos comprobado con nuestro amigo Rob, el hongkonés más dicharachero: una cerveza bastaba para encenderle la cara, se volvía de color rojo. Y eso lo sabíamos todos desde el primer día. Y el checo que se traía el portátil a clase de alemán para ver películas también lo sabía. Incluso sus amigos checos que venían últimamente con nosotros. Lo sabían.

Bar de los discos en el techo. Casco antiguo. Seguíamos quedando todos juntos, llevábamos al límite el concepto de "familia Erasmus". El sector italosuizofrancohispanopolaco llegábamos con retraso. Los checos llegaron mucho antes, algo así como una hora. Con ellos estaba Rob. O mejor dicho, una persona que se parecía mucho a Rob. No paraba de hacer cosas extrañas, los otros no paraban de reírse de él, su cara estaba más roja que nunca... Lo estaban humillando, lo habían emborrachado y seguían dándole Vodka. El más impulsivo de todos, John el suizo, empezó su bronca. Era en alemán, rapidísimo, no me enteré de casi nada. Pero no era difícil imaginarse lo que le estaba diciendo. Al principio se rebotaron. Al final parece que se arrepintieron, pero el número en medio de la calle (recordemos que aún hacía el calor de Malorca o Teneriffa, aún estaban las terrazas invadidas) ya estaba asegurado.

Nos llevamos a Rob de allí, los checos seguían discutiendo con John, que iba subiendo el volumen de su voz; Rob, histérico, no quería que cambiáramos los planes por su culpa, no quería que discutieran por su culpa. Quería irse a casa, nos decía que siguiéramos con nuestros planes, que no tenía derecho a chafárnoslos. Lloraba de rabia, lloraba de pena.

Al final Kasia y Radek, los superpolaquitos, acompañaron a Rob a casa. Vivían en la misma residencia de estudiantes, en Callinstraße. Se decidió hacer un plan alternativo, eso sí, diciéndole a los checos que íbamos de fiesta al lugar inicial... ¡No nos los fuéramos a encontrar! Eran los primeros hijos emancipados de nuestra familia Erasmus. No volveríamos a pisar ese bar. No volveríamos a salir con ese grupillo de checos.

miércoles, 20 de agosto de 2008

San Fernando: un ratito a pie, y otro con Üstra (?)

¿Cuál es la diferencia entre colarte en el metro de Barcelona y el de Hannover? Los remordimientos de consciencia. En Hannover los estudiantes viajan gratis, aunque nieve, aunque haga sol, aunque lluevan pelotas de ping pong: no se paga.

Los que habíamos llegado en septiembre habíamos comprado un ticket escolar mensual, pero antes de empezar octubre ya teníamos en nuestros buzones el objeto más preciado de todo el Erasmus: el Semesterticket.

Por el simple hecho de pagar la matrícula semestral, que no llegaba a los 170 euros, recibíamos un papelito con un holograma en la esquina. Era blanco. Era feo. Es más, era horrible. Pero te daba derecho a viajar gratis por Hannover y por la Baja Sajonia, hasta Bremen y Hamburgo, por el módico precio de cero euros. Y usar las instalaciones deportivas de la Universidad. Y hacer cursos de alemán, turco, japonés, chino, francés, español... Y de Photoshop, AutoCAD, Linux,... Y de salsa, hip hop, tango,... Y entrar a todos los sitios pensados para estudiantes a precios de risa... En resumen, te daba derecho a hacer vida de estudiante prácticamente "by the face".

¿Y qué pasaba si lo perdías? ¿Qué pasaba si te quedabas sin EL OBJETO? Es más, ¿Qué pasaba si simplemente sospechabas haberlo perdido, pero no tenías ganas de buscar? Bastaba con acercarse en 5 minutos al Service Center de la Universidad, rellenar un papelito diciendo que habías perdido la tarjetita y recibir una nueva, más blanca y más reluciente todavía. Y sin arrugas.

lunes, 21 de abril de 2008

Zaza, el nacimiento de un mito

[La información de este post está anticuada, pues tal y como nació el mito, volvió a caer al cabo del tiempo. Para más información sobre el estado actual de Zaza puedes leer este post (click aquí). Recuerda que siempre quedarán los miércoles Phoenix, la competencia directa de Zaza, misma oferta y mismo formato ;)]

Aunque parezca mentira, seguimos en octubre de 2006. Días soleados, manga corta, helados de mango y una chaquetita fina para la noche. Continuaba la Alemania tropical. Barbacoas en Silo, lunes al karaoke irlandés y a la discoteca Palo Palo, viernes el cumpleaños de alguien o la fiesta internacional de turno. El resto de días ya sólo íbamos a tomar algo, o como máximo a las discos de detrás de Hauptbahnhof, con su café gratis para cuando abandonas el antro. Glocksee, Chez Heinz, Faust... Ya empezábamos a tenerlos muy vistos. Había que innovar, nuestro contrato Erasmus nos pedía explícitamente que fuéramos de fiesta cada día para conocer nuevas culturas.

Fue Jordi el artífice, fue Jordi el Mesías: "Me han dicho que hay un sitio detrás de Hbf que los miércoles ofrece barra libre a 6 euros". Los "cubatas" que nos servían en cualquier sitio tenían medio dedo de alcohol y el resto del vaso de refresco. Estábamos hartos de tomar cerveza, se nos empezaba a poner cara de alemanes: necesitabamos innovar, lo necesitábamos ya. La primera expedición se había creado, acompañábamos a Jordi a la aventura Zaza: diría que venía también Salva y algunos de los nuevos, que por aquél entonces eran "Chuso and co". Zaza, un cubículo que más que un local parecía una columna hueca, que no llamaba la atención, que no parecía tener nada de especial, a primera vista.

"Ausweiss, bitte" (identificación). Puff, ya empezamos. Sólo les faltaba mirar que lleváramos un calzado "apto" y hablar castellano para hacernos salir de la burbuja Erasmus en la que estábamos metidos. Por suerte no fue así, sólo querían ver nuestra edad, y cobrarnos seis euros. Y darnos un papelito donde ponía "Getränk" (bebida)... ¿Cómo? A Jordi le empezó el sudor frío, había enredado a unas 6 personas prometiéndoles barra libre a un módico precio, y todo parecía indicar que con esos 6 euros recibías una bebida, y gracias. En realidad no nos dolía tanto, acostumbrados a nuestras queridas ciudades natales, pero en fin, nuestro gozo en un pozo.

En un pozo sí, pero en un pozo lleno de Vodka. No hacía falta ser muy observador: la gente pedía sus vasos con el ticket, y cuando los terminaba... Pedía otro. Fuimos puntuales, a las diez. La oferta terminaba a las doce. Los Wodka - Red Bull y los Gyn - Lemon se juntaron con la sed durante la friolera de dos horas. El que definió el alcohol como un lubricante social seguro que pasó alguna vez por Zaza, aunque esta vez no había explicación científica para las mutaciones que sufrimos. Quiero pensar que nadie contó los vasos que nos bebimos, quiero pensar que la primera vez fue light. Y así lo puedo contar, pues no hay fotos para demostrar la contrario, ni testigos que estuvieran en plenas facultades físicas y psíquicas para negarlo.

El caso es que repetimos la semana siguiente, esta vez con más seguidores. Y la siguiente también, con más adeptos aún. Y la siguiente, y la siguiente a la siguiente, y así hasta la fecha de este post, año y medio después, con una pequeña pausa en agosto, por razones que muchos conocéis, pero que muchos tendréis que esperar unos 3 años en conocer, cuando mi Blog llegue a ese día. Había nacido el mito de los miércoles, un mito que traspasaría incluso generaciones Erasmus.

No tenía nada de especial, la música no era especialmente buena, había camareros que no se merecían su sueldo. Pero permitía ver cosas fuera de lo habitual: españoles e italianos llegando puntuales a las diez de la noche para salir de fiesta, incluso antes que los de los demás países; transformaciones masivas en el comportamiento de cien personas a la vez al llegar el último cuarto de hora de la oferta, 23.45; un generador infinito de cotilleos para los días posteriores al miércoles, en los que el "quién se lió con quién", "quién acabó vomitando", "quién desayunó en la estación" o "a quién echaron de Zaza por alcohólico" eran los temas más habituales. Junto con el Dublin Inn de los lunes, se convirtió en una nueva tradición. Junto con la resaca de los jueves, se convirtió en un nuevo dolor de cabeza. Sin palabras.

Pfandman: the beginning

Todos habíamos oído hablar de él. Todos sabíamos que existía. Todos conocíamos su forma de actuar. Pero ninguno de nosotros lo había visto en persona: era él, era Pfandman. Bares de copas, antros, calles transitadas, calles desoladas... Ningún lugar escapaba a las garras de Pfandman.

Para los nuevos en el tema Pfand, empezaré por la traducción literal, que vendría a ser "Depósito retornable", o lo que es lo mismo, una pequeña cantidad de dinero que pagas al comprar una botella, y que te será devuelta en cuanto lleves la botella al lugar donde la compraste. Algo así como lo que había en España hace años, cuando devolvías las botellas de cristal de gaseosa y Coca-Cola, pero llevado a la perfección. En Alemania el plástico también tiene Pfand, nada más y nada menos que entre 15 y 25 céntimos. Las "botellitas" de cerveza, unos 8 céntimos. Esto permite la erradicación de deportes como el "lanzabotellas" o "la botella forestal", así como el nacimiento de nuevos deportes nacionales, como es el "cerveceo gratis" o, el más original de todos, el jugar a ser Pfandman. Estudios realizados por personal altamente cualificado indican que en una noche deambulando por antros y calles próximas a bares en la ciudad de Hannover se puede recopilar la cuantía de aproximadamente muchos euros en concepto de botellas vacías a ser retornadas.

Pfandman es el único superhéroe que lleva la cara descubierta, y su principal arma (opcional) es un bastoncito que usa para alcanzar las botellas en los lugares más difíciles, como son papeleras o esquinas escondidas. Pero nuestra mezcla de Capitán Planeta con Cálico Electrónico es mucho más que eso, Pfandman es una filosofía de vida, una forma de solidaridad sin fronteras. Y una estancia en Alemania permite a todo ciudadano descubrir el Pfandman que lleva dentro.

El descubrimiento de esta nueva faceta en nosotros mismos ocurriría pocos días después, en la fiesta de Ingeniería Civil. Ya conocíamos el concepto Pfand, y ya habíamos experimentado nuestras primeras devoluciones, pero no habíamos probado nunca el Pfand masivo, era nuestra primera vez. Las cervezas costaban en esta fiesta unos dos euros, hasta aquí todo bien, fiesta universitaria y bebida barata suelen ir juntos. Lo sorprendente era el precio del Pfand: 50 céntimos por botella. No tardamos en crear un nuevo proceso mental que asociaba la visualización de un objeto que respondiera a la forma de una botella de cerveza Becks con el ahorro de medio Euro en la compra de la siguiente cerveza, que ya de por sí era barata.

Alguno de nosotros fue más allá en este concepto y, echándole bastante más morro, ideó el concepto ["recolección de 5 botellas de cerveza Becks" = "1 Becks gratis"]. El resto nos dimos cuenta que no te decían nada por hacer esto, y que además el resto de gente se había dado cuenta y acababa de iniciar una especie de "guerra del Pfand". La cosa pasó de la originalidad al patetismo, y poco tardaríamos en vernos convertidos en guardianes de nuestra colección de 4 cervezas, rastreando el suelo y las esquinas con la mirada, en busca de la felicidad en la quinta botella vacía. Desarrollamos también una habilidad que detectaba el nivel de borrachera de nuestros compañeros de fiesta, y determinaba la probabilidad de que sus botellas fueran abandonadas en cualquier lugar al llegar a su fin. Por suerte esto no se convertiría en una tónica sino en una anécdota: el caso es que ese día igual nos habíamos gastado dos o tres euros en toda la noche. Pfandman invita.


(foto by Edu)

domingo, 3 de febrero de 2008

Party effect

Para la lluvia, un paraguas; para los frikis, una espada láser; para el calor, un bañador... Y para un grupo inconexo de Erasmus... ¡Una fiesta! O dos, o tres, o cuatro, o 200.

Na ja, tras una primera impresión tan "positiva", resultó que los Erasmusdeoctubre no eran monstruos de otro planeta: se podía incluso hablar con ellos. Hubo ayudas: el Dublin Inn y sus cervezas luneras biéuricas (cervezas de los lunes a dos euros con veinte), las fiestas en Silo Pinte (lo que por aquél entonces era "el sitio de las fiestas"), las visitas a disco-bares desconocidos por detrás de la estación central, un viaje precipitado a Amsterdam al que por suerte no me apunté... Todos estos y demás lubricantes sociales ayudaron a conseguir lo que la reunión de Ducatelli no había podido lograr ni de lejos, por mucho que uno de sus objetivos, según palabras del mail que la anunciaba, fuera el de conocer a los nuevos Erasmus "and socialize with them". Sí, ya.

Había una chica con ojos achinados que te miraba como perdonándote la vida: Saray. En una fiesta de Silo descubriría que se daba cuenta de eso y que no le importaba, era consciente que "al principio le caía mal a todo el mundo". Habían dos chicos con el pelo rizado que se hacían pasar por hermanos para ver la reacción de la gente: Luis y Jesús. En un encuentro casual les di mi móvil para ir a buscar proyectos juntos (estudiaban lo mismo que yo, buscaban proyectos como yo). Al principio me ignoraron vilmente, días más tarde el efecto Mensa solventaría el contratiempo. Había dos eslovacas que siempre iban juntas, una de ellas miraba al personal con aires de superioridad: Paula y Sasa. Las cervezas del Dublin Inn les harían hablar con todo el mundo y aparcar las miradas en zona azul. No les saldría caro: durante esos días, cada día era domingo.

Una de las primeras noches, Rocío la almeriense me puso al día de la situación: llevaban 1 semana seguida de fiesta intensiva, apenas habían dormido, y aún así seguían con energías para comerse el mundo. Nosotros por aquél entonces ya nos habíamos relajado y sólo salíamos "a muerte" los lunes, miércoles, viernes y sábados... Así que no podíamos ponernos a su altura, deberíamos esperar un poquito aún. También conocería en esos primeros días a Amparo, a Diego, a Palma, Carole...

Conoceríamos también nuevas formas de vida basadas en el "Erasmus perpetuo" (a algunos nos gustó ese concepto...). Trabajaban y estudiaban en Hannover desde hacía años, y curso tras curso se apuntaban a los "Erasmus team" que se iban sucediendo. El primero de ellos fue Mario, lo habíamos conocido en septiembre durante nuestra pesadilla busca-piso, pero no fue hasta octubre que empezó a venir con el resto de los Erasmus. La siguiente fue Mariella, que también se apuntó al bombardeo Erasmus: tras robarnos a Jordi algunos días en septiembre para llevárselo a fiestas con los Erasmus del año anterior, decidió finalmente tomar parte en este suicidio neuronal, decidió convertirse en una Erasmus más. Sus inseparables compañeras, Ana y Librada, seguirían sus pasos. La familia crecía a pasos agigantados.

Definitivamente, los españoles (e hispanohablantes en general) y los polacos (que no los catalanes, de momento era yo solo) eran una plaga en la nueva hornada Erasmus. La mayor parte de los nuevos polacos se juntarían entre ellos; los españoles lo intentarían, pero hasta 4 meses más tarde no lo conseguirían: personajes como Timo (el finlandés hijo de Santa Claus) o Michal (el polaco más dicharachero, el rey de la pista de baile, Kent Party), ayudarían a que la nueva "manada" española se encariñase con los antiguos Erasmus. Miguel el asturiano fue el único que se relacionó con los antiguos Erasmus desde el primer hasta el último día. Los franceses serían los únicos que no se relacionarían con seres de habla no francesa, ni el primer ni el último día. Bien, en realidad había "tres" excepciones: de ahí viene el término francés "tres" bien.

martes, 22 de enero de 2008

Qué simpáticos, los nuevos...

Éramos los viejos Erasmus (chan, chan, chan chan chan). Estábamos acostumbrados ya a hablar como en familia, a decir las cosas de acuerdo con lo que pensábamos en cada momento sin problemas, incluso al dirigirnos a gente del Erasmus con la que no teníamos tanta confianza, pues al fin y al cabo estaban en una situación como la nuestra. Y de esa misma forma nos acercábamos a "los nuevos", que al fin y al cabo no dejaban de ser "Erasmusleute". Ellos nos respondían haciendo lo contrario de lo que les aconsejábamos, poniéndonos motes, sentándose en mesas distintas al llegar a Mensa... Eran así con nosotros, pero también entre ellos. Ahí estaban ellos, tenían que quedar bien delante de un montón de desconocidos, tenían que demostrar lo que valían. Tras varias hornadas Erasmus ha quedado claro que eso es lo habitual y que, seguramente, nosotros mismos nos vimos en una situación similar.

Hacían sus cenas, sus fiestas. Se acababan de conocer, pero ese era su lugar, su grupo, nosotros no pintábamos nada. Ya teníamos bastante con poder quedarnos allí con su permiso, con el permiso de los auténticos Erasmus. Jordi se había infiltrado en una pre-fiesta que habían hecho mientras nosotros estábamos en Berlín, antes de la llegada oficial de los nuevos, así que había hecho buenas migas con algunos de ellos y se salvaba un poco de esa situación. El resto nos merecíamos ir a la hoguera, o algo parecido. A nosotros eso nos importaba mucho, pero mucho mucho mucho... Un traumaaaaa... Vamos, que nos importaba tanto como saber el modo en que se reproducen los elefantes africanos en primavera. Nos había decepcionado la forma de tratar con nosotros que tenían "los de octubre" pero con pasárnoslo bien entre nosotros teníamos suficiente. Los elefantes, también.

lunes, 21 de enero de 2008

Welcome, welcome

Exacto, la de septiembre no había sido más que una imitación: esta vez pudimos ver como, a nuestra llegada, todos los sitios estaban ya ocupados por "los nuevos Erasmus". Eso sí que era auténtico, ¡Tendríamos que estar 2 horas depié! Los nuevos Erasmus venían a ser un cúmulo inacabable de gente que miraba con cara muy curiosa a un grupito de gente que no estaba en la primera hora de la reunión, y que entraban después del descanso para buscarse un sitio donde permanecer el resto de la sesión (paredes o repisas de las ventanas, básicamente). Intenté dar con las nacionalidades, pero no acerté ni una: a Rocío la española la taché de georgiana (o algo por el estilo), a Asha la polaca la taché de italiana, Paula la eslovaca pasó a ser francesa... Y así un largo etcétera. Alguna nacionalidad acertaría, supongo.

Por si acaso, me agencié rápido una ventana para que mi persona no se agotara y así poder analizar mejor a "los nuevos", cual anciano pueblerino ante una manada de turistas. Justo al lado había un chico cuya estatura doblaba la de cualquier habitante de la sala: Julio el valenciano. Fue el primer "nuevo" con el que hablé. Se le veía al día con "esto del Erasmus", al parecer ya tenía contactos en Hannover. La conversación duró poco: con la entrada del Gran Ducatelli se hizo el silencio. La presentación vino a ser lo mismo que la de un mes antes, pero repartiendo unos folletos de Hannover que tuvimos que pedir especialmente los "viejos", pues al principio sólo se lo daban a los nuevos. Y estáis en lo cierto, no he mirado ni uno de esos papeles, de hecho igual hasta siguen en la misma carpetita.

Siempre había pensado que no había fotos de ese momento, pero el otro día me sorprendió esta foto de Rocío, que demuestra que aún me quedan neuronas para acordarme de la situación:


La tarea de los viejos Erasmus, según se dijo en la reunión, era la de "guiar" a los nuevos por Hannover, para que la toma de contacto con la ciudad fuera más llevadera. Y, por ejemplo, acompañarlos a comer al Mensa para que supieran dónde está y no les pasara como a nosotros al llegar. Un Erasmus viejo por cada 4 o 5 nuevos, o algo así dijeron. Nos quedamos un buen rato fuera, esperando a ver "qué hacían" (tanto ellos como Ducatelli, que fue el de la brillante idea de nombrarnos guías, así, en general). Incluso a un par con los que habíamos hablado les dijimos de acompañarlos. Al final, entre el pasotismo de los viejos y la prepotencia de los nuevos, cada uno se fue por su lado: nosotros hicimos la parte complicada, irnos al Mensa a comer, como siempre; los otros se fueron a abrir una cuenta bancaria, comprarse un móvil alemán, registrarse en el ayuntamiento de Hannover, pagar la matrícula...

domingo, 20 de enero de 2008

Szenario 2

Oh sí, voy a seguir la historieta... Que conste que el hecho que os intereséis (o que lo hagáis ver) por ella ayuda mucho, así que gracias :-). Ahora no recordaré tantos detalles como cuando empecé este blog, así que si en algún momento hablo de mis habilidades para volar o mi visión de rayos X no me hagáis caso, me lo estaré inventando.

En el capítulo anterior, la troup de Berlín volvía a Hannover, pero esta vez no volvía a la Bischofs. Nada de eso, ahora continuaban avenida abajo hasta llegar a Marienstrasse a dejar a Rachel. El increíble sentido de la orientación de César ayudó bastante a no perderse por un Hannover nocturno y desangelado. Todos fuimos llegando a nuestros respectivos nuevos espacios habitables, que no habitados. Yo descubrí que las llaves de la "Wilhelm" eran de todo menos silenciosas... ¡Crack, crack! Mi nueva vecina de sueño ligero hizo su primera demostración de inapacibilidad ante mis ruidos al entrar, ruidos que incluían hurgar en mi maleta aún sin deshacer, en busca de algo para dormir. ¿Volvía de un viaje dentro de un viaje? Pero volvía a un sitio en el que nunca había dormido, por mucho que fuera mi nueva casa, entonces... ¿Volvía? ¿Iba? En fin...

El cambio era más de lo que podía parecer en un primer momento. Ya no habría una rutina más allá de ir al Mensa. Me había apuntado a un montón de cursos de alemán en la Universidad de Hannover (que se note que los estudiantes lo tienen todo gratis aquí, ale!), pero todos eran con horarios muy variados. Alemán para informáticos, alemán para postgraduados (que pasó a ser el "alemán para Erasmus") en sus dos niveles iniciales... Ahí nos encontraríamos a todo el mundo que habíamos ido conociendo, Erasmus y no Erasmus. Más tarde me colaría también en la clase de fonética aunque no me hubiera inscrito (gracias Sara!), para asistir a las lecciones de una mujer típica de los libros de alemán, que nos hacía mirar en un espejo mientras poníamos cara de imbéciles pronunciando la ä, la ö, la üüüüü...

Pero todo eso iría pasando a lo largo del mes: lo primero es lo primero, y es que el señor Ducatelli (Oficina Internacional) nos hacía asistir a la "Welcome Reception" oficial, lo que quería decir que la que nos habían hecho en septiembre era una burda imitación. Pero no nos importaba... ¡¡¡Íbamos a conocer a LOS NUEVOS!!! ... ¿O no?