viernes, 24 de agosto de 2007

Wilhelmjaumestraße

Recordemos, poco después de la abducción de Salva habíamos decidido mirar los pisos por nuestra cuenta, ya habíamos acumulado "experiencia" y nos veíamos preparados para encontrar palacios, mansiones, suites de lujo a cuatro duros. Incluso con nuestro limitadísimo alemán. Fue en ese momento cuando vi una oferta en una residencia justo enfrente de la Universidad, justo al lado del Bahn, muy bien de precio y con un piano de cola en el salón. Sí, fue en la bolsa inmobiliaria de la Studentenwerk (para los que no creíais en ella...). No se podía pedir más, era la perfección hecha inmueble. Pero en ese momento no sabía que era una residencia, sólo me llamó la atención lo del piano: entre tantos pisos y tantos mails que iba mirando en sólo una hora de Internet, ni me fijé. El caso es que le envié un e-mail al chico y me olvidé, a otra cosa mariposa. Me llamó por la noche, cuando estábamos en medio de un tour por los bares de Hannover, pagado por la Universidad, evidentemente. Aquí, una foto en uno de los bares del Tour, que coincidió con el cumpleaños de Timo el finlandés. Foto by Alexis.


Sí, es una playa sin mar en medio de Hannover. Lo dicho, en medio de tanto escándalo me llamó el propietario de la habitación perfecta. Decía que no hablaba bien inglés, así que me tocaba hablar y escuchar alemán con el "espantoso-ruido" que había en esa fiesta. No entendía nada, pedí ayuda urgente a Cristina, que estaba por ahí danzando, y me hizo de intérprete (GRACIAS). La habitación estaba en Wilhelm-Busch-Strasse, la misma calle donde hacía unos días habíamos visitado la residencia de la secta (¡Pero no era la misma!). Me dijo que no era un piso sino una residencia, así que hice asociación de ideas y sumé Wilhelm-Busch + residencia = los de la secta otra vez. Cuán equivocado estabas, Jaume. Le di largas y le dije que lo llamaría en otro momento.

Al día siguiente, en la visita de rigor a la biblioteca para nuestra horita de Internet, volví a mirar detenidamente la oferta de la residencia: ¿Cómo podía haber sido tan imbécil? Había dejado escapar la habitación perfecta en el sitio perfecto al precio perfecto, sólo por creer que eran los de la secta que querían engañarme otra vez. Necesitaba hablar con Cristina urgentemente para que me salvara la vida. No me veía capaz de salvar una situación así con mi alemán de pacotilla. Llamó otra vez al chico para decirle que su amigo estaba MUUUY interesado en la habitación, que se había confundido de residencia y que si le iba bien quedar para verla. Sorprendentemente, después de haberlo mareado durante dos días con el que-sí, que-no, que-sí, dijo que sin problemas, que el siguiente lunes podíamos quedar. El sábado siguiente nos echaban porque se terminaba septiembre, quedaba una semana, y hasta ese lunes no podría estar seguro de si tenía habitación o no.

César nos dio un consuelo, si alguno de los dos (Jordi o yo) se quedaba sin sitio, podía dejarnos la habitación pequeñita de su piso: aunque en teoría pagaba por una habitación, en la práctica tenía dos minihabitaciones. Sara seguía buscando alternativas a su lejana residencia Paperhofstrasse. Rachel, Salva y Cristina firmaban alegremente sus contratos. Y sonreían mucho, aunque lo intentaran disimular ;-).

Finalmente llegó el lunes 25 de septiembre. Salida del curso de alemán. Wilhelm-Busch-Strasse, número 8-10. Un georgiano de gran nariz nos abrió la puerta a mí y a mi nuevo amor Cristina (gracias a ella había podido rectificar a tiempo). No había acudido nadie más, y en 5 días se acabaría septiembre: todo parecía indicar que la habitación sería mía, pero no quería hacerme ilusiones.

Vimos la habitación, vimos la cocina, vimos el entorno... Vaya show: en realidad ya había ido a ver la residencia un par de días antes, colándome por la puerta principal, cual vecino sin llaves, la curiosidad mata. Me encantaba. De repente el chico sacó un papel doblado con unos precios escritos en boli, y me lo dio. No era la lista de la compra, era el "contrato". Me dijo que me daba las llaves en aquél mismo momento, y que fuera a firmar unos papeles con la Hausmeisterin conforme me realquilaba su sitio durante 6 meses... ¡Tenía habitación! En un momento había pasado de no ver el final de la pesadilla buscapiso a tener las llaves de una habitación que no cambiaría por nada. Bueno, sí, la cambiaría meses más tarde por otra mejor en la misma residencia, pero eso aún no lo sabemos.

Finalmente, Sara no encontró otra alternativa y se acabó quedando en otra residencia fuera del mapa. Jordi tampoco encontró nada, así que se fue al piso de César a compartir mini-habitación. Alexis se había quedado colgado, sin casa, así que se quedaría unos días en casa de Ray hasta que encontrara algo. Los demás, unos mejor y otros peor, ya estaban todos colocados (en el buen sentido de la palabra -y en el malo, por las noches-). Alexis también acabaría encontrando un buen piso, no sufráis.

Meses más tarde, en otro curso de alemán, tendríamos un capítulo que hablaría de la búsqueda de piso. No lo voy a negar: había aprendido más alemán en esas dos semanas y media de tour por las casas de Hannover que todo lo que podría aprender en ese capítulo del libro. La letra, con sangre entra. Pero sí hay algo que me gustó de ese tema: el Rap del Wohnungssucher. Lo he buscado en el CD que incluye el libro pero no está, sólo tuvimos el gran honor de escucharlo los que asistimos a clase ese día. Adjunto la letra del estribillo, una joya, donde las haya.

Schon weg! - Es fällt mir immer schwerer, diesen Spruch zu glauben.
Schon weg! - Dieser Spruch fängt an, mir den Schlaf zu rauben.
Schon weg! - Ich habe keine Lust mehr, diesen Spruch zu hören.
Ich sag's jetzt mit Betonung: Ich will endlich eine Wohnung!

(fuente: Tangram aktuell 2, Lektion 5)


Sin comentarios.

jueves, 23 de agosto de 2007

Glocksee, la abducción

Una de las casas visitadas estaba frente a la parada de tranvía de Glocksee (ves César, ahora ya lo escribo bien). Unas 7 personas compartían el lavabo de una casa enorme y desastrada con los trabajadores de una oficina que estaba en el mismo edificio. Hacían una compra mensual de 90 euros y compartían todo lo que se dejaba en la cocina. La habitación era gigantesca, la casa, impactante. Esa visita duró más de lo habitual, nos quedamos como 3 horas siendo observados por los mitbewohners mientras hablábamos sobre nosotros. El caso es que dio sus frutos: al cabo de unos días llamarían para proponerle a Salva que se uniera a su gran familia. Dónde se había ido a meter...

Entre tanto, César y Rachel habían encontrado también piso; el de Rachel era otra maravilla de la naturaleza, aunque no estaba muy cerca. Sara había visto una residencia que estaba bastante lejos, así que seguía buscando alternativas. Jordi y yo seguíamos pendientes de las llamadas, y seguíamos contando con la ayuda de Salva, que aunque tenía ya piso se solidarizó con nosotros para seguir buscando. Al final, decidimos mirar más por nuestra cuenta otra vez: faltaba sólo una semana para acabar septiembre, tendríamos la motivación y presión suficiente como para aprovechar al máximo la hora de Internet que teníamos en la biblioteca (nada de mails), incluso para hablar alemán por teléfono, aunque fuera al estilo Gran Jefe Culo Blanco.

Aún así, el Erasmus continuaba con sus fiestas, sus cursos, sus actividades. De esos momentos guardamos bonitas fotos como esta de Alexis:

Los lunes eran del Dublin Inn, el bar irlandés, desde el primer hasta el último lunes del Erasmus sería una visita obligada. Las Weissbier de medio litro costaban 2,2 euros, precio de estudiante los lunes y los viernes: ese precio y los shows que se montaban con el "karaoke integrado" evitaban que migráramos a otros lugares.

Respecto a la familia Bischofs, los papeles se redefinieron ligeramente. Mamá-Cristina seguía preparándonos exquisitas delicatessen a cambio de poder descansar después de cenar. Por ejemplo, unas berenjenas rellenas sin berenjena, puesto que Jaume había tirado la parte de fuera al verlas mezcladas con el resto de "deshechos". Sara se convirtió en nuestra mascota, pues nos hacía compañía incondicionalmente, aún teniendo mil trabajos que hacer para su universidad. Salva y Rachel se convirtieron en los amantes de la familia (¿Incesto?). Papá-Jordi en ocasiones intentaba abandonar la familia (Fabriccio, Fabriccio...), yendo a barbacoas y demás eventos con los Erasmus de otros años que todavía quedaban por Hannover, en vez de ir con los de nuestro año. De todas formas, nunca hubo divorcio. César y yo éramos niños bien enseñados y seguíamos las pautas de todo buen Erasmus, acudiendo a todos los eventos, los divertidos y los no tan divertidos. La residencia en sí, cada día era más encantadora:

(foto by César)

miércoles, 22 de agosto de 2007

Los Lunnis al sol

Coincidencias. En una de las cenas que nos cocinó mamá-cristina nos dimos cuenta que el siguiente sábado por la mañana habíamos quedado Salva, Jordi y yo para ver el mismo piso. Decidimos unir esfuerzos y ponernos de acuerdo con el chico del piso para ir los tres a la misma hora. Es más, a partir de ese momento decidimos buscar y ver todos los pisos juntos, dejando que decidieran con quién de los tres se quedaban. Si les daba igual, lo haríamos a suertes. César, Sara y Rachel iban más por su cuenta, en principio no tenían tanto problema con el alemán. Cristina ya no buscaba piso (pronúnciese en tono envidioso).

Sábado. Planta baja en un barrio "periférico" (por decirlo finamente). Si hubiéramos estado en España, no habríamos ni entrado. Pero como los alemanes son tan supermegaeficientesdelamuerte y los ladrones y psicópatas están en peligro de extinción (sólo quedan ladrones de bicis) le dimos un voto de confianza al pisito. Dos alemanes y una alemana, la habitación era grande, el suelo de tarima. Los alemanes, muy simpáticos. Nos dieron una semana para decidir. Más tarde nos daríamos cuenta que la zona era genial, el precio era genial, los compañeros de piso eran geniales. Pero al ser primerizos y encontrar el piso en una zona tan desangelada tardaríamos unos días en llamar (no llegó a la semana, pero de todas formas ya lo habían cogido)... ¡Genial!

A partir de ese momento el número de pisos vistos por día crecería exponencialmente. Salva era nuestro portavoz (era con diferencia el que más alemán sabía de los tres). Jordi y yo éramos el apoyo logístico. Mi PDA sin antena era el apoyo cartográfico. El billete de transporte público integrado, nuestra salvación.

Si en la variedad está el gusto, podemos decir que esos días fueron "exquisitos": hubo de todo. Estuvimos en casa de un chino que nos decía que si pensábamos que la habitación era una mierda (eine Scheiße) se lo dijéramos en ese momento. Alias: el chino. En casa de una chica joven envejecida por la mala baba, que decía que la sala era suya pero que dependiendo del día nos podía dejar ver la tele con ella. Alias: la sargento. En casa de unas alemanas que tenían una cama galáctica llena de lucecitas de navidad. Alias: las de la cama interestelar. De unos alemanes muy alemanes que iban a juego con su casa de diseño neosurrealista. Alias: los Rammstein. De una jovencita que escuchaba Skape. Sin alias, eran las de la casa de Kleefeld. De una lesbiana que se traía la novia los fines de semana y nos lo avisaba antes por si nos importaba, y que en la selección de compañero de piso haría varias tandas de entrevistas, la segunda de ellas individual. Su tarjeta de presentación fue una cagada de pájaro en el hombro al ritmo de un seco y compasivo "Hallo". Alias: la ogro. Salva, nos seguimos compadeciendo de tus 20 horas de entrevista...

Otra visita: la casa de unos hippies que amaban hablar inglés y que eran habituales del Glocksee. O una residencia que parecía ser una especie de secta, aunque en Internet pusieran que era un piso compartido por 115 euros al mes. Para los curiosos, un año después han vuelto a poner el mismo anuncio, y casi vuelvo a caer en la trampa. Visitamos también a una ancianita que con sus 80 años buscaba un compañero de piso tranquilo y amigable. Y a un par de alemanes que usaban el altillo-cama del pasillo para que durmieran los invitados y, cuando estaba libre, para subir a fumar. En los momentos punta llegábamos a visitar 5 o 6 pisos por día, algunos días tuvimos que faltar a clase de alemán.

Uno de los días teníamos una pausa de una hora entre piso y piso: no nos salía a cuenta ir directos al siguiente ni volver a casa, tampoco nos daba tiempo de tomar un café o sucedáneo. De repente nos vimos los tres sentados en un banco de la plaza de Steintor. Estábamos exhaustos, comentando lo absurdo del momento y metiéndonos con los habitantes de las casas que habíamos visitado. Era una escena ideal para la película Los lunes al sol, porque encima era lunes y estábamos al sol. En aquél momento hizo gracia la tontería, pero la cuestión es que (conectar música melancólica de fondo) desde ese día siempre que paso por ese rincón de la plaza me acuerdo de las penurias de septiembre, siempre me acuerdo de los Lunnis al sol.

(fuente: web oficial de los Lunnis)

martes, 21 de agosto de 2007

Supervivencia

Al fin, la segunda semana Erasmus llegó. Algunos ya habían empezado a mirar piso desde el primer día (Alice estaba al borde de la depresión por no haber encontrado piso la primera semana), pero la mayoría no nos dimos cuenta hasta ese momento de lo que pasaba: si no encontrábamos algo en 20 días nos quedaríamos en la calle, y no precisamente de fiesta. Así que para el tema piso ya se formaron grupitos más pequeños, al más puro estilo "supervivencia", y los que íbamos con nivel básico de alemán las pasaríamos bastante canutas. Sara me echó un par de cables con el alemán, en vista que me era imposible entender al señor Horsch hablando a toda pastilla. Y si le entendía algo, lo impensable era poder pedirle "en tiempo real" a-qué-hora-le-iba-bien-quedar-para-enseñarme-el-piso-porque-quería-alquilar-una-habitación.

Eso sí, podía decirle que mi lieblingsfarbe era el azul, que me heisseaba Jaume, que era 24 Jahre alt y que kommía aus Barcelona. En vista que a los caseros y Mitbewohners de Hannover no les interesaba mi color favorito ni mi forma de pronunciar los números en alemán, y para no agobiar más a mis compañeros de residencia, que suficiente tenían con buscar algo para ellos, decidí optar por los e-mails. Eso me limitaba aproximadamente a la mitad de las ofertas, y retrasaba el tiempo de respuesta aproximadamente a mucho mucho.

Pero dentro de lo que cabe hubo suerte, de aproximadamente 5 mails enviados uno me respondió quedando para el sábado, y otro para decirme una frase que poco a poco iríamos interiorizando, piso tras piso: es ist schon weg (vamos, que no).

Esa semana fui con Jordi a informarme sobre los proyectos de fin de carrera, no nos fuera a pillar el toro con eso también... Pude conocer por fin a la señorita Zapater, la encargada de los estudiantes internacionales en el campo de las telecos. Originaria de... Valencia. Curiosamente, ofrecía un par de proyectos, pero eran muy orientados a solo telemática y en principio no era eso lo que me interesaba. Me dio las pautas para seguir buscando otros temas, y a qué departamentos ir para cada uno. Con un poco de suerte podría encontrar algo rapidito y ponerme ya con el proyecto. Pero de momento lo importante era no quedarse en la calle: seguíamos sin piso.

La semana iba pasando. Ya teníamos el primer examen de alemán, en que todos sacaríamos notazas (pero yo seguía sin poder hablar con Herr Horsch). Los del grupo avanzado de alemán empezaron a odiar a su profesor Auditor, los del grupo básico seguíamos idolatrando a nuestra amada Perrine (léase con acento alemán o francés, no quisiera herir sensibilidades por culpa de una mala lectura de este bonito nombre).

Uno de los días nos tocó ir de cena con una amiga de Salva (tortilla de cristipatatas). En las siguientes fotos se observa claramente el concepto "uno trabajando y los demás mirando"; de hecho, aquí comenzó la verdadera adopción de Rachel como la séptima española de la Bischofsholer Damm. Fotos de la cámara de Cris.



Eso sí, los platos los fregábamos entre todos, por turnos/por días. Pero seguíamos sin piso. Las actividades organizadas seguían abundando: un individuo con traje medieval nos enseñó la ciudad de pe a pa, incluso rincones que no hemos vuelto a ver. La ciudad se nos hacía grande y todo... Foto de Alexis:


Era muy bonito. Pero seguíamos sin piso. Rectifico: Salva y Cristina (uno de los minigrupitos que comenté antes) habían encontrado el piso perfecto: relativamente barato, a 5 minutos del edificio principal de la Universidad, a 10 minutos del centro, con compañeros alemanes, habitación gigante y casi totalmente amueblada... Pero lo habían mirado entre los dos y se lo jugaron a cara o cruz. Y efectivamente: a Cristina le cambió la cara cuando ganó, mientras que Salva tuvo que cargar con la cruz de haber perdido la habitación perfecta.

Domingo

¡Domingo! ¡Resaca!

¡Fútbol!

La primera actividad extraoficial Erasmus que no implicaba beber cerveza estaba programada para ese mediodía. Partido de fútbol, para futboleros y no futboleros. No hay mucho que decir, sólo que los que no jugábamos nos pudimos pegar la siesta padre, al rico sol alemán. Soy pesado con lo del sol, pero al cabo de una semana ya empezaba a resultar raro tanto calor. Como el fútbol no es interesante pondré fotos de las gradas. Foto by Sara.


A continuación la foto del fichaje estrella, by Cris:


Y ahora que me lo he pensado mejor, un par de fotos del terreno de juego (by Cris).



Y después de este absurdo paréntesis para poner fotos de un partido de fútbol, vayamos al grano con las verdaderas primeras penurias del Erasmus. Sólo había pasado una semana, pero por esas cosas de la vida ya se acercaba mitad de mes (es lo que tienen los meses pequeñitos que empiezan el día 4). El día treinta nos echaban de la residencia que teníamos reservada durante el curso de alemán: ¡A la calle!

Bien, no hacía falta alarmarse, había mucho tiempo por delante. Lo que no había era la soltura con el idioma (ni mucho menos), lo que faltaban eran los conocidos nativos a los que preguntar, lo que no teníamos eran las referencias sobre dónde y cómo era mejor empezar a buscar, ni la experiencia buscando piso, ni la disponibilidad horaria... Ni el conocimiento de la ciudad. Y para los casos "fáciles" no había valor para pagar 600 euros de fianza. Aparte de eso, todo eran condiciones favorables. Pero eso, es otra historia...

lunes, 20 de agosto de 2007

Turismo

Para los despistados, nos encontramos aún en el final de la primera semana de Erasmus. En cuanto mi memoria flaquee podré ir más rápido con mi "historia", pero de momento os aguantáis.

Primer sábado con la Familia Erasmus. La asociación de estudiantes internacionales organizaba una visita al Rathaus. La asociación de estudiantes anglohispanos-germanoparlantes (uséase, el pack 6+1 ya comentado) decidió unirse al evento. Nadie se había fijado bien en la hora a la que había que estar frente al Ayuntamiento, así que todos hicimos caso a Radio Makuto; no sé quién dijo la hora, el caso es que los otros 6 le hicimos caso sin asegurarnos mirando el papelito, como buenos seres desorientados que se fían de todo lo que les dicen. Resultado: llegamos al lugar de encuentro, pero lo hicimos una hora después.

Entramos a ver si los encontrábamos aún, pero quizás seguíamos sin estar acostumbrados a la mentalidad alemana: si no estás a la hora, me voy (no esperes que te llame ni que me preocupe, es tu problema). Decidimos ir por nuestra cuenta y subir a la cúpula: cobraban 2 euros. "¡Ya iremos otro día!". Paseo por los jardines y lagos del ayuntamiento. La foto de rigor, gentileza de la cámara de Salva:


Como se puede observar, el tiempo seguía siendo muy típico de Alemania. Lluvia, nieve, viento. Después de esta foto hubieron varias pneumonías, pues tuvimos que desprendernos de nuestras bufandas y chaquetas de pluma para poder salir más sexys en la foto.

Al volver, los Erasmus responsables y puntuales ya habían salido. Pudimos observar la primera despedida de soltero alemana. Luego dicen que Spain is different... ¡Pues Alemania es verschiedene!


Por la noche, fiesta. Es posible que en próximos posts me ahorre esta coletilla ("por la noche, fiesta"), pues se convirtió en una especie de rutina cuya única finalidad era serenar nuestro estresante ritmo de vida, resultado del gran esfuerzo mental y el duro trabajo que desempeñábamos a lo largo del día.