Por si acaso, me agencié rápido una ventana para que mi persona no se agotara y así poder analizar mejor a "los nuevos", cual anciano pueblerino ante una manada de turistas. Justo al lado había un chico cuya estatura doblaba la de cualquier habitante de la sala: Julio el valenciano. Fue el primer "nuevo" con el que hablé. Se le veía al día con "esto del Erasmus", al parecer ya tenía contactos en Hannover. La conversación duró poco: con la entrada del Gran Ducatelli se hizo el silencio. La presentación vino a ser lo mismo que la de un mes antes, pero repartiendo unos folletos de Hannover que tuvimos que pedir especialmente los "viejos", pues al principio sólo se lo daban a los nuevos. Y estáis en lo cierto, no he mirado ni uno de esos papeles, de hecho igual hasta siguen en la misma carpetita.
Siempre había pensado que no había fotos de ese momento, pero el otro día me sorprendió esta foto de Rocío, que demuestra que aún me quedan neuronas para acordarme de la situación:

La tarea de los viejos Erasmus, según se dijo en la reunión, era la de "guiar" a los nuevos por Hannover, para que la toma de contacto con la ciudad fuera más llevadera. Y, por ejemplo, acompañarlos a comer al Mensa para que supieran dónde está y no les pasara como a nosotros al llegar. Un Erasmus viejo por cada 4 o 5 nuevos, o algo así dijeron. Nos quedamos un buen rato fuera, esperando a ver "qué hacían" (tanto ellos como Ducatelli, que fue el de la brillante idea de nombrarnos guías, así, en general). Incluso a un par con los que habíamos hablado les dijimos de acompañarlos. Al final, entre el pasotismo de los viejos y la prepotencia de los nuevos, cada uno se fue por su lado: nosotros hicimos la parte complicada, irnos al Mensa a comer, como siempre; los otros se fueron a abrir una cuenta bancaria, comprarse un móvil alemán, registrarse en el ayuntamiento de Hannover, pagar la matrícula...
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