lunes, 21 de abril de 2008

Pfandman: the beginning

Todos habíamos oído hablar de él. Todos sabíamos que existía. Todos conocíamos su forma de actuar. Pero ninguno de nosotros lo había visto en persona: era él, era Pfandman. Bares de copas, antros, calles transitadas, calles desoladas... Ningún lugar escapaba a las garras de Pfandman.

Para los nuevos en el tema Pfand, empezaré por la traducción literal, que vendría a ser "Depósito retornable", o lo que es lo mismo, una pequeña cantidad de dinero que pagas al comprar una botella, y que te será devuelta en cuanto lleves la botella al lugar donde la compraste. Algo así como lo que había en España hace años, cuando devolvías las botellas de cristal de gaseosa y Coca-Cola, pero llevado a la perfección. En Alemania el plástico también tiene Pfand, nada más y nada menos que entre 15 y 25 céntimos. Las "botellitas" de cerveza, unos 8 céntimos. Esto permite la erradicación de deportes como el "lanzabotellas" o "la botella forestal", así como el nacimiento de nuevos deportes nacionales, como es el "cerveceo gratis" o, el más original de todos, el jugar a ser Pfandman. Estudios realizados por personal altamente cualificado indican que en una noche deambulando por antros y calles próximas a bares en la ciudad de Hannover se puede recopilar la cuantía de aproximadamente muchos euros en concepto de botellas vacías a ser retornadas.

Pfandman es el único superhéroe que lleva la cara descubierta, y su principal arma (opcional) es un bastoncito que usa para alcanzar las botellas en los lugares más difíciles, como son papeleras o esquinas escondidas. Pero nuestra mezcla de Capitán Planeta con Cálico Electrónico es mucho más que eso, Pfandman es una filosofía de vida, una forma de solidaridad sin fronteras. Y una estancia en Alemania permite a todo ciudadano descubrir el Pfandman que lleva dentro.

El descubrimiento de esta nueva faceta en nosotros mismos ocurriría pocos días después, en la fiesta de Ingeniería Civil. Ya conocíamos el concepto Pfand, y ya habíamos experimentado nuestras primeras devoluciones, pero no habíamos probado nunca el Pfand masivo, era nuestra primera vez. Las cervezas costaban en esta fiesta unos dos euros, hasta aquí todo bien, fiesta universitaria y bebida barata suelen ir juntos. Lo sorprendente era el precio del Pfand: 50 céntimos por botella. No tardamos en crear un nuevo proceso mental que asociaba la visualización de un objeto que respondiera a la forma de una botella de cerveza Becks con el ahorro de medio Euro en la compra de la siguiente cerveza, que ya de por sí era barata.

Alguno de nosotros fue más allá en este concepto y, echándole bastante más morro, ideó el concepto ["recolección de 5 botellas de cerveza Becks" = "1 Becks gratis"]. El resto nos dimos cuenta que no te decían nada por hacer esto, y que además el resto de gente se había dado cuenta y acababa de iniciar una especie de "guerra del Pfand". La cosa pasó de la originalidad al patetismo, y poco tardaríamos en vernos convertidos en guardianes de nuestra colección de 4 cervezas, rastreando el suelo y las esquinas con la mirada, en busca de la felicidad en la quinta botella vacía. Desarrollamos también una habilidad que detectaba el nivel de borrachera de nuestros compañeros de fiesta, y determinaba la probabilidad de que sus botellas fueran abandonadas en cualquier lugar al llegar a su fin. Por suerte esto no se convertiría en una tónica sino en una anécdota: el caso es que ese día igual nos habíamos gastado dos o tres euros en toda la noche. Pfandman invita.


(foto by Edu)

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