viernes, 22 de junio de 2007

Había una vez un Erasmus que llegó a Hannover...

[fragmento escrito en nuestra amada residencia Bischofsholer Damm 85, el lunes 4 de septiembre de 2006 a las 19.25]

Hallo!

Pues resulta que estoy en Hannover de Erasmus, como nadie de los lectores a los que he dado esta dirección debe saber… Y resulta que ya hice bien en olvidarme un poco de mi viaje al más allá (más allá de ejpéin), pues por mucho que pensara igualmente me iba a olvidar de cosas importantes, como por ejemplo de los apuntes de alemán, o de un simple diccionario… Si no doy para más… no doy para más, y punto. Eso sí, el osea ordenador no me lo he dejado, ni los osea auriculares, ni la osea baraja de cartas en miniatura sabes? Para no manchar mi buena imagen (no comment) abandonaré aquí la lista de cosas que no he olvidado.

Hecha esta macarrónica introducción, quisiera contaros (para los que hayáis recibido mi prometido mail con la dirección del blog, o los que sintonizáis Radio Makuto, y por tanto no sabéis nada de mí desde mi partida –qué poético…–) que el viaje no fue bien. Fue más que bien: todavía no me creo que en un viaje coche-avión-bus-tren en un entorno desconocido y hostil no tuviera que esperar ni cinco minutos en ninguno de los by-pass… Para colmo la alemanita que se sentaba a mi lado en el viónvión hablaba español, y me aconsejó cuál era la mejor combinación para llegar desde Weeze hasta Hannover. Para recolmo, mientras esperaba la maleta en el aeropuerto me viene a saludar (oh sí) un excompañero de prácticas de telecos que curiosamente iba de erasmus a Essen, así que lo poco que tuve que esperar en el viaje fue en compañía de un alma caritativa (oh, qué será de nosotros, pobres Erasmus, bla bla bla).

Al salir nos informamos bien de qué había que coger para hacer luego el trasbordo hacia Hannover (ídem el otro teleco, para ir a Essen), y los dos minibuses salían a las dos (eran las dos menos cinco…), así que con la calma fuimos hasta allí, mi bus se estaba yendo, pero el amable señor (amable porque eran 10 euros en un minibús que llevaba sólo una persona…) que controlaba “la paradeta” le dijo al conductor que diera la vuelta para recogerme (vale, un poco estresante sí que fue, aunque no tuviera que esperar nada). La alemanita que viajaba en el asiento de al lado del minibús no sé en qué hablaba, porque giró la cabeza hacia su ventana al ritmo del chumba chumba que retumbaba en sus oídos. Por suerte Bob Marley y Rammstein no giran la cabeza cuando le das a Play.

Al llegar a la estación central (Hbf, Hauptbahnhoff! Interiorización activada!) de Duisberg, más de lo mismo, eran las tres menos cuarto y el tren salía a las 15:11, pero había una cola impresionante para coger los billetes. A las 15:09 llegaba al andén, con mis 35 kilos de maletas encima. Como buen tren alemán, a las 15:10.53 empezó a aparecer, y a las 15:10.59 abría sus puertas. Evidentemente esto me lo acabo de inventar, pero poco más o menos debió ser así. Suerte que cogí segunda clase, porque no me imagino cómo sería la primera… Que si te traen café, que si qué desea (esto te lo decía la alemanita de turno, claro, …), que si más espacio entre asiento y asiento que en todo un vagón de grandes líneas RENFE… Eso sí, en Grandes Líneas RENFE te regalan un caramelito y unos auriculares.

Pero para qué engañarnos, en RENFE tienen algo que los alemanes no tienen: el sol viene incorporado de serie. Aquí viene de serie una cortina de nubes grises. En realidad Alemania es un país soleado, siempre y cuándo vivas por encima de la cortinita de nubes grises (¡Lo vi con mis propios ojos desde el avión!). Sol como el que lucía el jueves por la mañana en el atasco de Valgorguina (que hizo llegar tarde al trabajo a mi querido primo, que amablemente me llevó al aeropuerto de Girona, pero que contribuyó a hacer de éste un viaje sin esperas, como he comentado). Fue el retardo justo para coger la tarjeta de embarque número 89 (hasta la 90 embarcamos primero con Ryanair, los demás tienen que esperarse y coger los peores asientos, o sea sabes tía tía tía…).

Poco antes de llegar envié un sms al tutor (estudiante que me asignan para ayudarme en los primeros pasos, para que me integre en la siudaat), diciéndole que estaba a punto de llegar, que cuando estuviera ahí le decía… Pero como le había dicho que llegaba entre 18.30 y 20.30 pues a las 4.30 no esperaría ningún mensaje, así que a mi llegada a Hannover (sobre las cinco) sí que tuve que esperar a que lo leyera y viniera a buscarme. Pero cómo no, vamos a ver el vaso medio lleno y a decir que como toma de contacto con la ciudad no estuvo mal, siempre es bueno pasarse media hora mirando la fauna y flora de la capital de la Baja Sajonia y pensando que te esperan unos meses formando parte de ella. ¿Qué remedio, no? (léase irónicamente, nótese la presencia de la palabra fauna en la frase anterior).

[Fragmento escrito el lunes 9 de Abril de 2007 sobre las 3.22 de la mañana (ya he cerrado el word y no me acuerdo de la hora exacta, aunque la acabe de mirar para escribirlo aquí)]

Pues bien, lo que iba a ser un blog que colgara justo al llegar a Hannover se ha convertido en un archivo de texto que casualmente he encontrado 7 meses después en la carpeta Mis Documentos, lugar de gran utilidad para guardar el contenido de un blog, como todo el mundo sabe.

Así que a día 9 de abril, y haciendo tiempo en el aeropuerto de Bremen mientras me dispongo a pasar una semanita en las Barcelonas, continuaré esta parrafada que en su tiempo quiso ser un blog y que nadie sabe aun lo que acabará siendo. Usaré la técnica “Sagrada Familia”, que consiste en intentar continuar el texto por donde lo dejé, a pesar de mi memoria de pez y el poco interés que tiene a estas alturas mi llegada a Hannover. Pero como sé que más de una persona lo leerá ya estoy contento (me incluyo yo mismo dentro de 5 años como lector). Bueno… Eso si sobrevivo al Erasmus!

Íbamos por mi llegada a Hannover, vamos allá. El tutor apareció y me habló en castellano, con un nivel que todos quisiéramos alcanzar de alemán. Perdona que estoy tarde, yo no he visto el mensaje más pronto. ¡¡Qué alivio, al fin alguien a quien hacer todas las preguntas juntas y seguidas!! ¡¡Vamos, que te invito a una cerveza por las molestias, como te prometí en el mail!! Fueron dos cervezas, pero la segunda la pagamos por separado. Es evidente, como le había dicho que le invitaba a una cerveza no podía invitarle a dos (tenían razón, ¡esto es Alemania!).

Tal y como estaba estipulado, me levanté de la silla. Mi cuerpo descansaba sobre mis dos pies. Gotas de sudor caían por mi frente. La tenue luz que iluminaba mi camino, lejos de aunar mis sentimientos de coraje, contribuyó sobremanera a agudizar la inseguridad intrínseca a mi persona. El momento había llegado. Mi pie izquierdo abandonó el suelo y ascendió lentamente. Las gentes del lugar ni se inmutaron. Con valentía y decisión, fijé la mirada en un punto del suelo y coloqué el susodicho pie en el mismo. Lo más difícil ya había pasado. Poco costó levantar el pie derecho y repetir la misma acción. ¡¡Ya había dado mis primeros pasos en Hannover!!

Johannes (el tutor que me asignaron) me hizo un breve resumen de cómo son los bares en Alemania y en Spanien (aquí los bares no te destrozan tanto los oídos, en principio). Mis preguntas tenían más de curiosidad que de visión de futuro. En vez de preguntar “qué compañía de móviles me aconsejas como estudiante, ya que debería comprarme una tarjeta alemana” le preguntaba sobre las gentes y las costumbres alemanas. ¡¡Oh!! Qué útil te va a ser saber que el Hannover 96, el equipo de fútbol de la ciudad, suele dejar mucho que desear… Ahora toca embarcar, el vuelo a Barcelona sale en media hora. Tengo que dejar aquí este post. Por lo menos he matado el aburrimiento típico de los aeropuertos, escribiendo chorradas :-).

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